lunes, 31 de enero de 2011

La suerte de la olla

Así que al fin estoy en Sydney. Por segunda vez, eso sí. Tuve un intermedio en donde fui a Brisbane (tema del siguiente post, porque me agarró la máquina, jeje). Aunque, para ser sincera, no estoy realmente en Sydney la ciudad, sino que en Bondi Beach, una playa veraniega y posera, con harta gente joven y harto carrete, tal vez una especie de burbuja… pero una en donde quiero estar ahora. No conozco todavía Sydney per se… ni siquiera conozco todavía el Ópera House, jeje, aunque lo he visto tanto en fotos que ya siento como si lo conociera (ese es el problema de la sobreexposición de fotos, que causan cierto rechazo), aunque igual voy a ir en cuanto me instale en alguna parte, o tal vez en un rato más. No tengo apuro.

Ahora todavía estoy en un backpacker, que no tiene mucho de nada, pero que queda al lado de la playa y es bastante barato. Lamrock Lodge, se llama, y a mí me gusta mucho. En internet tiene pésimas recomendaciones porque “the staff is so rude”, pero yo llegué por presupuesto, sonriéndole a todo el mundo por ciber-precaución, y resulta que ellos me sonríen también… aunque ayer vi como casi descueran a un tipo que se alzó un poco alegando por unas llaves, miedo, jaja. Son escandinavos, los dueños, aunque tienen un temperamento muy italiano, y es un poco tierno porque entre todo el familión (que no es menor) manejan el hostal… he visto desde el nieto hasta el bisabuelo limpiando los pasillos, cambiando las cosas del baño, y haciendo de nocheros, y cuando no están de turno, juegan partidas interminables de algo parecido a las damas, en las mesitas de la entrada.

Eso del bisabuelo me podría resultar especialmente llamativo, si no fuera porque he notado ya que en Australia la gente trabaja hasta muy mayor, haciendo todo tipo de trabajos… no solo los importantes y estilosos, sino que también los trabajos sencillos, como barrer las plazas, dirigir tours, manejar micros, y debo decir que eso me encanta… hace que uno deje de compadecer a los viejos, como (me) pasa un poco en Chile, que es como si estuvieran allí (algunos) solo para esperar la muerte. Del terror. Es como una agonía social. Acá todos ellos caminan con el pecho erguido, porque se sienten bien, al estar aportando algo. No quiero decir con eso que creo que todos los ancianos debieran trabajar, porque en especial a esa edad debiera ser una opción propia… es solo que da en qué pensar, porque los que trabajan sin duda se ven más felices que los que no lo hacen. Aunque habría que ver cuánto les pagan a ellos aquí, y cuánto le pagan a nuestros abuelos allá en Chile…

Volviendo al tema, pasé por Sydney por una primera tanda antes de mi vueltecita por Brisbane, a cachar la onda. Me contacté con unos chilenos que conozco de antes, y que me acogieron. Me presentaron gente, ayudaron a buscar departamento, alimentaron, copetearon, y uno de ellos hasta me prestó plata, jaja, porque mi tarjeta no funciona. Además, chapoteé en la playa, y fui a caminar por la costanera que la sigue… una costanera celestial, que sube y baja por lomas casuales, llenas de rocas volcánicas, y de gente pescando, y de surfistas, y de pájaros de todos los tipos y colores. Realmente me quedaría a vivir aquí solo por esa costanera. Y el mar, el mar está encima, azulísimo, y lleno de vida marina. Y ruge.

Pero todavía no sé si me quedo acá con la Work and Holiday, o si me vuelvo a Chile el 19 de febrero. Todavía no encuentro gente que quiera hacer el viaje que yo, y aún no me dan ganas de hacerlo sola (aunque la estoy pensando), pero cuando estaba en Brisbane me di cuenta de que estamos ¡casi en febrero! Y de que no tengo demasiados días para tomar una decisión… así que estoy de vuelta aquí, viendo qué onda con las pegas, y haciendo todos los trámites correspondientes, porque ya decidí que, si me quedo, quiero vivir un rato aquí. Es el momento de ver si me hallo o no, el momento de intentar.

Sydney, en esta segunda tanda, me recibió con los brazos abiertos, a diferencia de cuando me fui, y es que, cuando partí a Brisbane, en parte fue porque Sydney se me estaba haciendo insoportable… mi tarjeta no está funcionando, y recibí malas caras de todas las personas con quienes traté de usarla. Me prestaron plata, igual, pero se me acabó (y encontré mucho pedir más), y aunque de Chile me mandaron un giro, cuando fui a buscarlo (a dos lados distintos) (y caminando) me dijeron que “ya no los hacían”, con una cara de aburrimiento atroz, y sin darme ningún consejo. Además, tenía que irme del backpacker (alguien había reservado mi pieza desde antes, para los días siguientes, y no había nada más disponible), y no podía pagar el depto que había encontrado (por lo de la tarjeta), y mis mochilas eran gigantes, por lo que quise llorar ante la sola idea de deambular con ellas por el mundo, tratando de que algún hostal me aceptara con mis formas de pago… por lo que al final perdí la paciencia y me dije “me voy a Brisbane”. Total, tengo amigos allá a quien iba a ir a ver de todas formas, y tuve la esperanza de pasar el 18 australiano (día de Australia) parrillando con ellos (esperanza que se cumplió con creces). Además, si he de instalarme en alguna parte, tenía que ir a ver a esos amigos antes de empezar, porque luego quizá cuándo.

Fue una buena idea, porque además de que fue un break para mí, y un momento de reencuentros agradables, pude sacar el giro allí, y ahora en mi libertad económica siento casi como si volara, jaja. Lo que son las cosas cotidianas… Una vez leí por ahí que la gente no colapsa ni cuando se acaban sus matrimonios, ni cuando pierden la pega, ni cuando se les muere alguien… la gente colapsa cuando se les rompe el cordón del zapato, se les pierde la billetera, o se les borra el trabajo del computador. Siempre son los pequeños detalles los que hacen rebasar el vaso. En mi caso, el detalle que lo rebasó, luego de días viviendo de alguna manera u otra con mis recursos, y sobreviviendo cosas como pechar el wifi gratis del McDonalds (viendo como todos comían menos yo) (aunque debo decir que los chilenos me alimentaron en sus casas), fue cuando traté de comprar algo en uno de los Convenience Store (especie de kiosco), teniendo un hambre atroz, y me pidieron todos los documentos posibles, me hicieron poner el PIN tres veces (siendo que yo dije que NO iba a funcionar) y, en suma, pasaron unos 15 minutos tratándome como a una delincuente juvenil, todo para acceder a dejarme comprar solo ¡unas granolitas y una leche!, con una cara de paciencia y de lata impresionante, como si "ayudarme" fuera lo peor que les hubiera pasado en la vida. En ese momento simplemente decidí escabullirme de ahí, cosa que hice. No tuve problemas, a Dios gracias, en comprar los pasajes, porque mi tarjeta sí funciona perfectamente en internet.

Pero no fue tan fácil llegar a Brisbane. Logré llegar al aeropuerto con la plata que me devolvieron del depósito del backpacker, pero una vez allá me cobraron 80 dólares extras ¡por la mochila! Jetstar (no viajen en Jetstar). Cuando compré el pasaje, todavía no sabía si me llevaría las mochilas, o si las dejaría aquí, pero salía que, si al final decidía llevarlas, eran solo 10 AUD más: Mentira. Me cobraron 80 más, y luego quisieron cobrarme ¡65 más! Por un recargo de 3 KILOS. La que estaba a cargo era una tipa de unos 20 años máximo, que estaba medio gozando con la situación. Tuve que botar algunas cosas, para no pagar ese extra extra, pero la mayoría las salvé poniéndomelas encima… así que ahí figuraba yo con unos shorts ridículos de playa, pero también con botas largas, gorro boliviano y hasta una parka. La encargada se reía “oh, you look so funny”, pero no era una risa cómplice, sino que más bien despreciativa, y yo llegué a sentir un pozo de odio creciendo en mi interior (y me carga sentir eso), y lloré un poco también. Más encima, y como para rematarla, cuando al fin logré pasar mi bolso y llegar a la policía internacional, me hicieron un “random explosive test”, y yo todavía estaba llorando. Sin embargo, ahora viéndolo hacia atrás, creo que me eligieron justamente para consolarme… el que me detuvo era un juvenal sonriente, quien luego de chequear si yo tenía explosivos (heavy), me preguntó qué onda, y cuando le conté lo de la humillación pública, me dijo que era el colmo, y que una mochila no debiera nunca valer más que una persona. Pero yo no fui demasiado simpática, porque en ese momento los tenía a todos en el mismo saco. Pobre, porque en realidad fue bastante agradable, y terminó pagando patos que no le correspondían.

Sin embargo, desde que volví ayer, Sydney ha sido encantador. Cuando llegué del aeropuerto, traté de tomar el transfer, aunque es un poco más caro, porque mis mochilas son demasiado grandes. No había porque era domingo, así que tuve que tomarme las dos micros correspondientes. Con la primera no tuve ningún problema, pero al llegar al lugar en donde había que tomar la segunda, la cola era realmente grande. Esperé cerca de media hora, hasta que otra vez perdí la paciencia y decidí irme caminando (y eso que es media hora, jaja, muy impaciente), y cuando estaba partiendo, una micrera igual a la Whoopi Goldberg se me acercó y me preguntó adónde iba. Le expliqué mi situación, y me dijo “but, dear, I will take you”. No me dejó pagar el pasaje, y me subió a su micro, que iba relativamente cerca (a unas 6 cuadras), hasta haciéndome pasar por sobre la cola. Agradecida, le dije que me venía perfecto, pero una vez que llegamos al final (y que la gente se bajó) me dijo que me quedara allí, que me iba a ir a dejar ¡a la puerta! Yo casi lloro. Luego me dio un discurso de cómo nunca hiciera dedo por lo peligroso que era, y de cómo siempre pidiera ayuda… muy tierna. Lo más divertido fue que, una vez que me dejó EN LA PUERTA DEL HOSTAL, al bajar mi maleta definitivamente colapsó, ¡y se rompieron, las manillas! Con tal que cayó con todo su peso sobre uno de mis pies, dejando hasta un charco de sangre en el piso (siento ser tan gráfica). Y ella… jajaja… casi se muere, “But, love, what are you going to do!”, exclamó casi llorando… jajaja. Su cara de consternación fue de lo más dulce que haya visto. Pero ya filo con la mochila. Ya llegué a un lugar. Ojalá no tenga que moverla más. Me pegué una siesta de unas 3 horas y todos mis problemas se apagaron. Ahora no me puede importar menos (aunque siento que se haya roto su maleta, papás).

Y luego el día de bienvenida siguió. En la tarde-noche me pegué el pique, caminando y con mochila, a uno de los supermercados más baratos. Hay que subir una loma, y será una media hora, por lo bajo, a pie. Igual se puede ir en micro, pero yo tampoco tenía mucho más que hacer. Allí al fin compré de todo… leche, queso, fruta, verduras, galletas saladas, etcétera, etcétera, me salió 50 dólares todo, pero me podría durar 2 semanas. Y cuando me devolví, estaba tan ocupada cargando la mochila, que no me di cuenta de que se me quedó una bolsa. Solo de vuelta en el hostal lo descubrí, por lo que volví, casi corriendo… cierran a las 12 de la noche, y yo llegué justo, pero el tipo que me atendió ya no estaba… ¿Y pueden creer que el que estaba a mi cargo me dijo, vaya y saque nomás lo mismo que se le quedó? (cuando le expliqué), ¡y yo ni siquiera andaba con boleta! ¡Qué increíble! Podría haber tomado lo que hubiera querido, aunque no lo hice (“oh, se me quedaron el caviar, la champaña, y el paté importado, jaja”). Una vez que junté las cosas (manzanas, granolitas, tallarines instantáneos y un chocolatín) me dijo “It’s OK, have a good night”, con una gran sonrisa. Ni siquiera tuve que anotar nada. Yo no podía creerlo. Entonces una piensa en Chile y le dan ganas de ponerse malhablada… pero una vez, en Chile, en la micro, me tocó otro micrero bacán, que salió persiguiendo a alguien que le había robado la billetera a una señora, hasta que lo agarró. Y todos aplaudimos. Así que tal vez dependa más de la gente, que del lugar… aunque igual estoy feliz de que Sydney me haya recibido de brazos abiertos.

Y ni siquiera fue eso todo lo que pasó. Cuando corría de vuelta al súper me encontré ¡con Ricky! (el churrazo de Cairns). Él gritó mi nombre, y yo al principio no paré porque ¿quién me conoce aquí?, hasta que él salió corriendo detrás de mí (y como no lo reconocí, al principio me paralicé de puro miedo). Parecía tan feliz de verme, y fue bacán encontrarnos… pero andaba con una rubia (otra) colgada del brazo, jaja. Ah… hay hombres con los que una pestañea y pierde. Me dijo que nos juntáramos a tomar algo más tarde (probablemente con la rubia), porque más encima resulta que otra vez estaba en mi mismo hostal, jaja, pero me demoré tanto en volver que ya no quedaba nadie. Y ya se debe haber ido, porque tenía un avión de vuelta a Irlanda esta mañana (teleserie).

Por último, al final de la noche, y como para digerir mi día, me fui a sentar al borde de la playa un rato. Entonces aparecieron dos españoles bastante guapetones que trataron de engrupirme en inglés. Les seguí el juego, solo para luego decirles que hablaba castellano y ver sus caras, jaja. De ahí me invitaron a una fiesta en una casa, y como no tenía nada mejor que hacer (y andaba con paralyzer, jaja), partí. Era un flat enorme, cerca de mi hostal, con un peruano, una neozelandesa y otra gente de nacionalidad N.N. Nos tomamos un par de copas de vino y luego me fueron a dejar hasta la casa. Jon me fue a dejar, en realidad, uno de los españoles, con quien igual tuve onda… hasta quiso llevarme en bici, pero me dio nervios porque no se veía muy resistente, jaja. Me dijo que Chile era el único país latino que tenía la Work and Holiday… que él mismo está trabajando en algo afín, pero le costó ene encontrarlo por no tener la visa adecuada. Lo gracioso es que está de chef en un local cercano, y me dijo que andaban buscando meseras, así que le di el teléfono. Sería demasiado gracioso trabajar juntos. Eso sí, me dijo que iba a tener que decir que era “su novia” para acelerar las cosas, jaja. Si ayuda, me da igual. Si ayuda, SOY su novia, jaja. No, nunca tanto.

Y eso es por ahora. De ahí les cuento si encontré la pega o no, y etcétera. Estas dos semanas son cruciales, para ver si me quedo o no. Y en un par de días voy a subir el post sobre Brisbane.




Lástima que mi cámara de fotos otra vez murió. No sé porqué. Y hay una foto que físicamente me dolió no sacar… de una iglesia espectacular y toda peloláis, con un cartel que dice “Without Jesus life is so incomple”… jajajajaja. Genial. Si logro arreglar mi cámara (voy a ir hoy más tarde, o mañana), ya memoricé el lugar, para ir a sacarla. Pero mientras:


Un pájaro que descaradamente, si no lo echo, se come mi comida.



Pescadores en la costanera, entre Bondi y Tamarama.



La playa de Bondi Beach.



Un gato "callejero" (con campanita), y yo.



Anarquía hay en todas partes.


La globalización.



Iglesia linda.



Local que podría ser chileno.



Roca volcánica de la pasarela.




Sydney desde la altura. Ojo con que se ve hasta la Opera House.



El colapso de la mochila, y de mi pie.

domingo, 23 de enero de 2011

Cairns mon amour

Así que mis últimos días en Cairns fueron realmente buenos: un último paseo bacán, a otra isla tropical (Green Island), y unos roomate de verdadero lujo.

En cuanto al paseo, mi intención era volver a snorkelear en esa isla, pero al parecer la vida marina se había ido en huelga (traté en cuatro lados diferentes). De todos modos, el lugar era realmente lindo, de playas blancas, con bosques al medio, y todo lleno de pájaros silvestres, algunos como patos, que se lavaban felices las plumas a menos de un metro de distancia de la gente. Es de los parques más antiguos de la zona, por lo que podemos suponer que hace tiempo que la gente no los caza, así que los animales están más acostumbrados a nosotros. Fue un paseo entretenido, aunque tranquilo, en el que pasé horas chapoteando y echada en la arena, con breves sesiones de escalopa. A la vuelta, se puso a llover de la nada, pero aún así me fui en la parte alta externa del barco (perdonen mi falta de vocabulario náutico) con un par de valientes más, y saludamos con la mano a cada embarcación que se cruzó. Eso es lo más divertido, quizás, de andar en barco… saludar y reírse con los que vienen por el otro lado. Siempre se ven tan contentos como imagino que nos vemos nosotros mismos.

Algo fome, en todo caso, que (me) pasa con los toures en Australia es que son tan guiados. Acá les faltó poco para ponernos las máscaras y el snorkel ellos mismos, y hasta nadar por nosotros. Se aprecia que quieran ser diligentes y todo eso, ¿pero dónde está la diversión del autoexploramiento? ¿No se aburre la gente con que le digan TODO? En el paseo a la selva fue igual, y la parte en donde más me dieron ganas de salir arrancando fue cuando hicimos un sendero precioso de unos 700 metros, ¡en casi una hora! A mí me gusta la naturaleza, pero no necesitaba la descripción detallada de toda la historia de la biología… aunque creo que la habría soportado, si no fuera porque me mataba la idea de que hubiera tantos otros senderos más que no íbamos a hacer, por estar varados en la explicación de ése. ¡Lo que me cuentan puedo leerlo en un libro! pero no ESTAR en el bosque, y tocarlo, y verlo, y olerlo.

Esto me recuerda a cómo una vez un amigo extranjero me dijo que le encantaba venir a subir cerros a Chile porque no estaba todo señalizado, como en los países desarrollados, ¿pero hasta dónde es desarrollado Australia? No lo tengo tan claro… tiene todas esas carreteras y cosas… pero al mismo tiempo tienen unos comerciales en la tele como hechos en los 80 (que son muy graciosos) , y además la gente cruza la calle corriendo (y casi matándose) como un chileno cualquiera, y la mayoría tiene tantos tatuajes que, más que un país que viene de convictos, parece ser uno que viene de los piratas, jaja… aunque tiene su lado dulce, porque no son tan rígidos, y eso significa que a veces te dicen que no pagues la micro, o que te den doble ración gratis de helado, y todos esos pequeños gestos de amor humanitario que uno vive en el queridísimo Chile, y que son los que más recuerda.

Además, las ideas de lo que es evolucionado a veces son discutibles. Por ejemplo, sí, matan a todos los gatos y perros salvajes (lo siento, Florci), ¿pero porqué no matan a toda esa otra cantidad de animales silvestres – por así decirlo – que vagan por ahí? (¿y qué hacen con los ratones?). Según unos australianos que conocí, es porque matan a los animales que no estaban aquí en su origen natural, y que solo hay dingos (que no los matan) (o eso dicen) y que de felinos solo estaba el de Tasmania, ahora extinto… y en ese caso es más aceptable (aunque habría que discutir hasta dónde podemos hablar de “origen natural”, si la mezcla constante es parte del desarrollo biológico y de la vida misma), pero igual me parece cruel… los gatos, en especial, que son tan capaces de vivir por su cuenta, sin molestar a nadie… pero según este australiano es su misma autopreservación mediante la caza la que los hace complicados, y que los mismos gatos salvajes de Tasmania fueron asesinados porque se comían a las vacas, ¿pero no eran esas vacas extranjeras? ¿Y porqué esos gatos si fueron asesinados? La lógica humana a veces pierde objetividad cuando tiene intereses propios.

Bueno, y ahora podría convertir esto en una discusión ecológica moralista, cuando en realidad en este momento no tengo tanta data… así que me remito a comentar que es un tema interesante de discutir. Y que además yo creo que los australianos igual deben echar de menos a sus gatos y perros… porque son tan del tipo americano de Texas… su música folklórica “originaria” es absolutamente country, usan camisas de vaquero, son como carreteados, flacuchentos y rubios, y con dientes malos, y además mascan algo que parece tabaco. Solo les falta la mecedora, la escopeta, y el perrito, jaja. No sé porqué es así, cuando la mayoría viene de Gran Bretaña… tienen esas iglesias con avisos afuera tipo “Jesus can give you more years of life, and more life to your years” (algo así leí ayer), y esos grandes camiones de helado, y esas tiendecitas con tipos hindúes como el mejor Apu de los Simpsons. A mí me parecen tan norteamericanos, aunque tienen un acento de lo más scottish, y toda esas monedas y billetes con la cara de la reina Isabel, en sus años más mozos (guapísima).

En fin, luego del paseo me encontré con mis nuevos compañeros. Tarik, un británico/marroquí, Marty, un australiano, y Joe, un gringo (aunque Joe llegó al día siguiente). O sea, las tres nacionalidades que más he visto aquí, lo que confirma que lo que une a la gente es la cultura, más que la distancia u otra cosa… porque obvio que el australiano ya estaba aquí, ¿pero el resto? Durante el viaje he conocido a una cantidad impresionante de gente de los países angloparlantes, aún si están al otro lado de hasta más de un océano, y el argumento que más me han dado, es que les gusta Australia porque “es lo mismo que allí, pero en verano”, aunque al parecer Gran Bretaña es diferente (pero según Tarik, allí también matan a los animalitos), y por supuesto, no podemos generalizar (los de Nueva Zelanda están en verano también), pero esto sí parece ser una tendencia.

En todo caso, mis nuevos compañeritos fueron de lujo. Mis favoritos en Cairns, porque no solo eran simpáticos y agradables (y los únicos que no se me han paseado en pelota), sino que además nos hicimos amigos. Todo empezó cuando Tarik, el primer día, cocinó unos tallarines a la boloñesa con CARNE DE VERDAD, y zanahoria, y cebollita. Como todo buen galante backpacker, cuando me vio en la pieza, simplemente trajo un plato extra y puso la mesa afuera, en el balcón, y allí (vendida, jaja) nos largamos a conversar, de temas tan amplios como la religión y la política. Luego llegó Marty, quien pensé que iba a salir espantado (en ese momento tratábamos temas muy límite)… pero quien se unió, aportando unos vodkas, ¡que hace él mismo! hasta con sabores, y de ahí nos quedamos conversando por lo menos 4 ó 5 horas más. Tanto Marty como Tarik resultaron ser excelentes interlocutores, porque pudimos hablar de todo, sin enojarnos ni interrumpirnos. Eso me llama ene la atención, porque me ha pasado ene en el viaje, y creo que puede ser porque, la gente que viaja, es gente que igual tiene más disposición en general a conocer cosas distintas. Es una idea.

En fin, que toda la conversación fue bacán, porque además uno aprende tanto. Por ejemplo, no tenía idea de cuán metidos estaban todos esos países en la guerra del Medio Oeste (lo que no me causó mucha gracia). Además, fue gracioso ver el modo de pensar de la distinta gente. Tarik, por ejemplo, encontraba que la monarquía era el mejor sistema, porque los presidentes duran máximo 10 años (en el país más largo) (no supo decir cuál), entonces no alcanzaban a ver el negocio y ya tenían que irse. “What if you got an evil King?”, le pregunté you, “well, they don´t have so much power anyway”, contestó él. Como dije recién, la lógica flaquea cuando hay preferencias personales.

Además, Marty nos explicó porqué los aborígenes australianos no trabajan, y es que les pagan una GRAN indemnización cuando están cesantes… 250 AUD a la semana. Lo llamativo es que a los blancos les pagan solo 175 AUD por lo mismo, ya que “ellos no fueron arrebatados de las tierras originarias”, ¿pero es eso una excusa para minimizarlos? ¿Cómo quieren seguir adelante con la unión de una cultura, si con ese argumento siguen dividiéndola? No es justo para ninguno de los bandos: los aborígenes se convierten en víctimas, y los blancos quedan desprotegidos. Algunos llevan ya varias generaciones aquí. Es lo mismo que leí en un estudio que pasa en USA, en donde los blancos pobres, son más pobres que los negros pobres, porque no tienen mucha red de apoyo social (aunque ahí pueden haber otras razones).

Además y por otro lado, no por tener indemnización, los aborígenes debieran eximirse de trabajar… pero Marty nos contó que eran tribus muy cerradas, y muy unidas, entonces si alguien decidía mejorar su situación y trabajar… su plata se iba el 95% a la tribu, y el esforzado no conservaba casi nada, entonces ¿quién querría trabajar así? Toda la razón, y eso ha causado que tengan tantos beneficios (nos nombró algunos, como por ejemplo que si quieren ser azafatos, tienen derecho a tomar la pega altiro por sobre el resto) (y aún así no he visto a ningún aborigen en ninguno de mis vuelos). Algo esperanzador es que este país tiene solo 200 años, y Marty me comentó cómo él mismo conocía a algunas familias de origen aborigen que ya habían ido al colegio, y todo, que habían sido sus compañeros.

Y la conversación fue aún más fogosa cuando llegó Joe, el gringo, al día siguiente. Tarik justo antes había comentado su desagrado por la guerra del Medio Oeste, y Joe se presentó contándonos cómo trabaja en Afganistán, como lingüista, traduciendo códigos para evitar motines y etcétera. Brígido. Marty y yo miramos a Tarik y tuvimos miedo por su reacción, jaja, pero él fue capaz de preguntarle de modo agradable y respetuoso cuál era su interpretación de todo el tema, y la respuesta es que Joe realmente cree en lo que están haciendo. Dice que están levantando un país, y que en realidad ellos (los afganos) están felices de que esté ahí, construyendo colegios y etcétera. Algo que yo no sabía (y ahí admito que fui ignorante) es que el régimen de censura con el cual viven es relativamente nuevo, el Al Qaeda. Como hace tanto escucho de él, para mí es como si siempre hubiera sido así.

Y cómo podemos discutir con un tipo que está en el fuego mismo de la guerra. Él ha visto lo que nosotros no vemos. Yo le pregunté porqué ellos eran los “llamados a levantar un país”, y me dijo que no tenía idea, y que admitía que también había razones políticas no muy sanas entremedio… pero que allá mismo, las cosas no eran cómo se ven en las noticias. Que los afganos eran orgullosos, pero amables, y que muchas veces los recibían con los brazos abiertos.

Otra vez, no tengo suficiente data como para dar una real opinión… aunque sin duda sé mucho más que antes, y también podría contar aún más detalles de lo que conversamos, porque es decidor… ya que refleja el modo en que las generaciones a por tomar el poder piensan, pero ya llevo mucho rato aquí. Lo última cosa que podría agregar es que Joe dice que no sabe cuánto esto parará, y que aunque quisiera que fuese luego, no cree que sea tan luego… y que lo de Irak fue un error, y eso sí fue llamativo de escuchar.

Yo también quiero que la guerra se acabe luego.

De ahí los tres salieron a comer afuera, mientras yo hacía la maleta (era mi última noche), y cuando ya había terminado (tardísimo), y ya estaba feliz en mi cama durmiéndome, ellos volvieron, diciéndome que teníamos que tomarnos unos últimos tragos en el balcón. Yo me resistí, pero me dijeron que me iban a pintar un bigote, así que terminamos jugando al “nunca nunca” en el balcón (ellos también lo tienen, se llama “I’ve never ever”), hasta el amanecer. Uno de los momentos más notables fue cuando yo pregunté si alguna vez habían fantaseado con una mujer sobre los 60. Los tres dijeron que sí. “There are some hot mama”, dijo el australiano. “I’ve always dream is to be a toyboy”, secundó el ingles. “What about Susan Sarandon?”, agregó el gringo, jajaja. Lo encontré bacán. Si cuando tenga más de 60 puedo seguir alimentando sueños de casi adolescentes, creo que me sentiré muy realizada, jaja.

Y esa fue mi última noche en Cairns, y ahora estoy en Sydney, pero de ahí cuento más, porque estoy en medio de mudanzas y trámites varios.



Playa de Green Island.

Mar de coral.




Pajarito.



Chinos en mi barco mirando el horizonte.



Los tallarines lujosísimos que me hizo Tarik.



Marty y Tarik.



¿Ven que son ordenados estos hombres?


Motín despertador frente a mi cama.




Marty dice que la foto salió así porque es él más importante que yo.




Ojo con mi cara de sueño (recién sacada de mi cama).



Firmándome como souvenir una pelota del pool, que se secuestraron.



La entrega oficial de la pelota.



Mi despedida.



Cairns a la altura.



Una isla solitaria.



La gran barrera de corales.



Aquí estoy alojando ahora, Sydney, Bondi Beach.

martes, 18 de enero de 2011

Under the sea

Estos últimos días han sido de lo más intensos. Fui a la barrera de corales, y también a la selva, y además anduve carreteando con Darren, con unos ingleses nuevos, y esta noche con unos galeses, con los que fui a una noche de open mic, en donde hasta me subí a cantar y a tocar la guitarra. Lo he pasado chancho, pero estoy feliz de cambiar de ambiente ya. He conocido a harta gente, pero como es un lugar de paso, al final no son más que bienvenidas, despedidas y todo un poco de lo mismo. Además, ya he visto todo lo que hay que ver aquí… aunque mañana tengo un último paseo, ¡a una isla tropical muy linda!, a snorkelear y a nadar un poco, antes de partir a Sydney, el 20. Es uno de los mejores paseos, y lo bookeé así para irme dichosa.

Hoy, además, ha sido un día especialmente grato y relajante, ya que por felices designios del destino me tocó tener la pieza ¡para mí sola! Y luego de estar ya tantos días compartiéndola con una manga de gente, ha sido un agrado (aunque sean gente agradable, la mayoría). Hoy pasé al menos unas dos gloriosas horas mirando el techo con la boca abierta, y simplemente estando, jaja. Yo creo que a todo el mundo le pasa lo mismo, en todo caso, porque aún si con los roomate soy muy amiga, si entro cuando están solos y simplemente paveando, puedo notar un dejo de irritación, aún si tratan de esconderlo. Y luego me dan explicaciones de porqué no están fuera haciendo cosas más heroicas e importantes, como practicando para una maratón, o tomando un curso de vela, jaja, y lo gracioso es que yo hago lo mismo, y es que a todos nos gusta parecer más interesantes y aventureros de lo que en verdad somos (aún si efectivamente hacemos esas actividades).

En cuanto a mis paseos, el que hice a la selva fue espectacular. A mí me encantan los lugares en donde la naturaleza se desborda, como ése (por la zona de Cape Tribulation), pero además de que fuimos a muchos lados bonitos, copados de árboles primitivo llenos de pinchos, y de raíces gigantes (porque no necesitan bajar a buscar agua), y de que hasta vivimos cocodrilos y un animal cuyo nombre no recuerdo, me tocó una guía especialmente entretenida, que contó historias muy interesantes. La que más me gustó, fue la de las piedras sagradas que hay en uno de los bosques… según la guía, son piedras que si uno las tira al suelo, rebotan, pero que si uno se las lleva lejos de su lugar original y hace lo mismo… se quedan en el suelo. Luego y en ese caso, claro, viene toda la seguidilla de nefastos hechos, por la piedra antes sagrada y ahora maldita, que quiere volver a su hogar, tanto así que los ladronzuelos casuales se ven obligados a volver solamente a devolverlas… ¿Discutible? Quizás, aunque yo igual le tengo respeto a esas cosas, y creo que sí son posibles… pero hay que decir que el modo que la guía tuvo de contarlo hace que a uno le den ganas de llevarse la piedra, solo para ver si deja de rebotar ya en la casa, jeje.

Además, me hice una amiga allí, Carolina, una italiana de 25 años que también anda haciendo la Work and Holiday. Estaba en un break, luego de haber pasado un mes limpiando plátanos en el campo. Me dijo que pagaban bien y que había tenido suerte de no haber tenido que hacer el trabajo duro (que se lo dan a los hombres) pero que, al limpiar los plátanos, igual se encontraba cosas como arañas gigantes o serpientes. Esa misma noche se iba al sector del monte Uluru, en donde pensaba hacer un paseo y luego encontrar algún trabajo nuevo allí. Se había venido sola a Aus, y quedamos en contacto, por si nos juntamos más adelante, así que bien.

En algún momento le dije que yo era profesora, y le encantó, y es que a la gente en Australia le encanta… lo encuentran bacán, a diferencia de Chile donde la mayoría piensa cosas como que uno llegó a eso por falta de capacidad o de puntajes. Error y autoflagelación para Chile (provoca un recelo a ser profe, que en general se traduce en peores profes). Ahora me pasa que hasta llega a hinchárseme el pecho cuando me preguntan qué hago en Chile, porque sé que a la gente le va a gustar la respuesta, y entonces más me gusto yo también, jaja (una es simplemente humana). Es casi como si dijera “yo, la abogada” o “yo, la médico”, porque así de importante es para ellos (creo que más que un abogado y menos que un doctor) (pero en verdad qué importa, si cada uno hace lo que tiene que hacer) (dicho sea de paso, no es mi intención mirar en menos al honesto trabajo o vocación de nadie).

Y el paseo a la barrera de corales… ah, absolutamente espectacular. Bucear (aunque yo snorkeleé) es algo realmente impresionante… uno no puede siquiera empezar a transmitir qué hay debajo del agua, aunque trate. Es todo un mundo completamente nuevo… peces de todos los portes y colores, algunos chicos, otros gigantes, que pasan solos o a veces en cardúmenes, tan ajenos al mundo externo… Con algunos cardúmenes pasa que uno hasta se asusta, porque están conformados de peces guatones y gigantes, y de pronto se ve venir uno, y una piensa que va a morir atropellada en ello… pero se abren como el mar Rojo ante la presencia humana, y luego simplemente siguen adelante. Algunos compañerines se la pasaron persiguiendo esos cardúmenes (“chasing the fish”)… y es gracioso, porque como los peces no están ni ahí, felices en su mundo celeste, si uno tiene suerte hasta puede pasarles la mano como si fueran un gato, o un perro… y además está lleno de corales que respiran, y medusas, y pulpos, y hasta tortugas, y toda una cantidad de cosas tan sorprendente, que la primera vez que uno se sumerge piensa que es una broma, la escena. Está todo tan poblado, y tan lleno de vida, y nosotros los seres humanos somos tan anónimos en medio de ello.

Es simplemente demasiado lindo.

El momento más emocionante del día fue cuando otro snorkeleador detuvo al pasar a una especie de pez globo. Enorme (del porte de una pelota de fútbol), naranjo con celeste, tenía unos mechones como de cartílago, y unas especie de orejas por la que salían más de esos mechones. Era la cosa más ridículamente linda que he visto. El pobre fue capturado y movió su boca de punto con consternación, mirando con cara de angustia (de ser posible) tras esos cachetes gigantes. Luego de hacerle cariño, lo soltamos y se fue soplado siguiendo al resto del cardumen… pero ese momento de presencia fue tan increíblemente emocionante. Un encuentro cercano de primer tipo con la belleza de las profundidades (aunque snorkeleando no se puede ir tan profundo), tanto que se me olvidó que estaba bajo el agua y solté un par de lágrimas, que no pude limpiar con la mano, con tal que tuve que salir a la superficie, y sacarme por un rato la máscara, y luego me llegó el charchazo de la ola en la cara, jaja.

Totalmente recomendable. Hay pocas cosas más revitalizadoras que recibir un cachamal de parte de la naturaleza, en especial si se le está buscando.

En cuanto a las fotos, pucha, salgo yo en casi todas (me siento como ese capítulo de los Simpsons donde las hermanas de Marge le muestran mil fotos un viaje, todas de ellas dos, y todas iguales, jaja), pero luego voy a estar con gente menos de paso, y habrán más caras. Por ahora, aquí vamos:



¡Y mi mantequilla de maní se reprodujo! jajaja. Ahora tiene amiguis.





En la piscina pública, aww.



La costanera de Cairns, donde camino cada santo dia de Dios (3 kilómetros de puro organizado placer, con piletas y todo).



Una niñita sola en una silla viendo el atardecer con las palomas.



Con Darren compartiendo unos onion rings, mmmm. No se asusten que lo que se me ve no son los churrines, sino el bikini.



Planchando (¡y de verdad!), soy el as de la vida doméstica.



Al agua pato



Snorkeleando en la barrera de corales, ¿ven que hay una ola atrás? Es por eso.



Cynthia has been banned.



Compañerines acuáticos.



Cocodrilito.




El río Alexandra algo. No se ve en la foto, ¡¡pero está lleno de cocodrilos!!



"¡¡En esta selva hay hormigas de éste volao!!"



Detalles de la selva (ya que es bastante imposible capturar el cuadro general).



Posando en Cape Tribulation.



Port Douglas. Las palmeras se ven muy piola, pero son GIGANTES.



Esta foto es como media apocalíptica, ¿cierto? Como la gente saliendo de la montaña.



Guitarreando duro en el open mic.

jueves, 13 de enero de 2011

Del compañerismo y la responsabilidad social.

Ahora que Chris al fin se fue y que mi sentido del olfato resucitó, resulta que me acuerdo de él y me da pena. Es que mientras estuvo aquí no hizo más que dormir, rascarse y comer Snickers. Era como si hubiera venido aquí a echarse y morir, como algún anónimo animal herido. Fue tan evidente que por momentos despertó mi instinto maternal, y entonces me encontraba a mí misma fantaseando con cosas insólitas como llevarlo al doctor, cocinarle cosas sanas y lavarle la ropa… pero luego el constante rascarse y el santo hálito me desalentaron, en cada uno de esos ramalazos, y además, mi otro roomate, Darren, le tenía miedo.

Así es, jaja, un tipo grande y peludo, aterrado, de otro que parecía en estado de coma. Fue tanto así, que si uno (Chris) dormía, el otro (Darren) ni se atrevía a prender la luz (y Chris dormía todo el día, por lo que deducimos que eso significa vivir a horario de luz solar). La verdad es que fue un poco dulce. Supongo que las personas (inclúyome) nunca crecemos. Darren me confesó su realidad como a la cuarta vez en que me lo encontré sentado en el sillón afuera de la pieza, con ojos de perro abandonado, y hasta él mismo encontró que ya no pasaba piola. Admitió que me esperaba para entrar porque “he´s so scary”, jaja, con una adorable cara de vergüenza, digna de comerciales. Así que al final me incliné hacia él, quien solicitó primero mis labores maternales, y es que eso es lo que pasa con los hombres… si una es la única mujer alrededor (y sigo sin saber porqué es así aquí) es inevitable querer cuidarlos. Supongo que a ellos también les pasa con las mujeres, a su modo (o quizás a todos con la gente, en general). Pero el tema fue que elegí a Darren por sobre Chris, y que ahora Chris debe estar comiendo chocolates y muriendo en otra cama, si no en el suelo, y un poco pesa sobre mí.

Bueno, la verdad es que tampoco es culpa mía. Igual cumplí con no haberlo acusado a los administradores (sospecho que lo echaron del hostal anterior) (venía de otro hostal aquí mismo, en Cairns), y con convencer a Darren de que tampoco lo hiciera (aunque no sé si se habría atrevido, jaja). Ojalá que esté bien. Además, le debo mi amistad con Darren, dado que para evitarlo éste hizo cosas como acompañarme al súper, o a dejar postales, y eso nos llevó a toda clase de conversaciones. La más reveladora podría ser la que tuvimos sobre sus verdaderos motivos para viajar… y es que sacó las millas de un viaje que iba a hacer con su novia a Japón, con la que al final no se casó (no sé porqué). Cuando me lo contó se le llenaron los ojos de lágrimas, mientras sonreía, tratando de hacerlo aparecer como una bendición, en vez de cómo la tragedia que para él es, y fue ATROZ, así que yo en vez de venirle con el discurso mamón de “todo es por algo”, “encontrarás alguien que te apreciará más”, o “ella no te convenía”, le contesté “oh! how awful!”, mientras me reía, y lloraba también. Luego agregué que Japón era una lata, y además carísimo, que era típico de la gente que se creía cool, pero que en verdad no lo era, y que yo había ido, y que por eso sabía que no valía la pena, jaja… aunque, claro, no es realmente cierto. Sí he estado en Tokio, pero solo en el aeropuerto, y haciendo una escala, jajaja… y no tengo idea de si lo que digo es verdad, pero a la vez no me importa en lo más mínimo. Habría dicho que estaba poblada por vikingos salvajes, de ser necesario, si hubiera ayudado a endulzar el trago amargo de ese hombre.

Más allá de Darren mismo, y viéndolo en perspectiva, todas estas situaciones me confirman que lo mejor para mí es estar en un hostal, porque así me veo obligada a interactuar, y es que aunque sea dicharachera, también soy tímida, y a veces simplemente arisca… pero como aquí tengo que hacer cosas como compartir pieza, o como bajar al bar (para así recibir mi comida gratis), veo otros rostros humanos, y ahí es cuando la situación me engancha. ¿Y por qué? Por la curiosidad. Sola, puedo estar en paz, y muy tranquila… pero si me sientan cerca de alguien más, me inunda una curiosidad espantosa. Tengo que saber, saber, saber. No sé porqué. A veces hasta yo misma me canso, porque puedo estar agotada y aún así no poder evitar el chorrear de preguntas. Pero gracias a Dios a la gente le gusta hablar de sí misma, y entonces en general es llevadero. Lo curioso es que eso me pasa con la gente que no conozco… porque cuando sí lo hago, me parece invasivo preguntar, jaja.

Igual en estos días no solo he conversado con gente. También fui al casino,(pero a mirar) (no de amargada, a mí no me gustan mucho los casinos), y a un zoológico que está en el techo, y a una playa llamada Palm Crove, en micro. Pero aún no tengo el lindo tono bronceado que quería (ni he chapoteado como Dios manda), porque llueve y llueve, aunque al lado de Brisbane, que literalmente está inundándose, es muy piola. Allí (también en Australia), diluvia, y con grandes repercusiones (en especial considerando que solo estamos a principios de la temporada pluvial), y la gente del hostal se sienta horrorizada a ver las noticias de eso en la tele. Yo, aunque lo lamento, no estoy realmente impresionada (excepto por ti y tu familia, Cake, qué fome estar allí). Me cuesta distinguir entre esas llovidas y las que hay, cada año, en Chile. Para mí son incluso algo folklórico, pero como ellos se la sufren, yo los acompaño, y me siento en el sillón a su lado, exclamando al unísono.

Ése es otro de mis puntos sociales, el lobby general, donde me preguntan de dónde soy, y luego me cuentan lo que saben de Chile. Me da tanta ternura la imagen que tienen del país. Aunque muchos cometen el error de preguntarme si hablamos portugués, y otros tantos caen en el comentario jote (latino, al menos), de “estás guapo” (jaja), todos saben del terremoto y absolutamente todos saben del rescate de los mineros (muchos hasta me han contado cómo fue cuando lo vieron en directo), y eso emociona bastante… aunque pasé un poco de miedo cuando, hace como una semana, un roomate llegó gritando que había habido terremoto allí, “HOW MANY GRADES WAS IT?!”, vociferé medio en shock, “7!”, contestó con cara de compasión y de espanto (fue muy tierno)… ahhhh, qué ALIVIO, ¿cierto?…, y es que 7 grados, todos lo sabemos, no es tanto en Chile... aunque si hubiera un terremoto aquí, me muero. A veces despierto en medio de la noche por el retumbar del bar, y creo que es uno de los temblorcillos típicos de Chile (soy muy sensible a ellos), pero cuando recuerdo que estoy en Australia y que no estamos demasiado cerca de ninguna placa tectónica (creo), ¡pienso que si hay un movimiento telúrico puede ser realmente el fin del mundo, y entonces me da mucho chusto! Hasta que me acuerdo que en este hostal hay fiesta cada noche, y que el pum-pum es amistosillo, y que me va a buscar aún si no llego… Con mis roomates hasta sospechamos que es un modo de instar a que consuman más en copete y carrete, porque muchos no pueden dormir y se ven obligados a bajar, jaja… aunque no yo, claro, a mí podría pasarme un estampida de elefantes al lado cuando duermo, y nada, lo que es una bendición, he de decir. Especialmente cuando uno viaja. Ni siquiera tengo una fijación especial por mi cama santiaguina, aunque es rica. Me da lo mismo dónde y cómo duermo, lo que a veces me pone en problemas (una vez me quedé dormida de guata y con la boca abierta en el jardín de entrada de mi universidad, por el que todo el mundo pasa, y el que más encima es enano) (no pasé piola).

En los días a por venir, estaré más activa, así que probablemente ciberdivague menos. Mis papás me dijeron que dejara de lloriquear con la plata, y que me fuera a la selva (a la que debí haber ido con los irish), y también que fuera al súper y me comprara un enorme pedazo de jamón, jajaja… es que me estoy alimentando de leche, cereales y frutas (y de cosas que la gente me regala). Antes también estaba alimentándome de mantequilla de maní, pero la última marca que compré me salió demasiado buena y me la estaba comiendo a una velocidad supersónica, por lo que en un sumo acto de heroicismo y osadía decidí regalarla. Así que, ¡me voy a la selva, y luego a mis dos paseos a la barrera de corales!, y luego me voy a Sydney, ¡todo en una semana!, y voy a comer mucho jamón también.

Como último break informativo, puedo contar que ahora estoy en la pieza, que otra vez ha sufrido cambio de habitantes (y otra vez todos son hombres) (admito que echo de menos a las mujeres). Hubo un taiwanés, Ming, que me decía “Malía” (aquí me llamo María, es más fácil), pero fue flash porque huyó ante la situación Chris (y ni siquiera le importó perder el pago, para que vean lo desesperado que estaba), y luego hoy llegaron tres ingleses, todos pilotos (de guerras, qué nervios, que más encima negocian con los árabes, me dijeron), que deben tener más o menos mi edad (quizá un poco mayores) y que ahora mismo me están invitando vino blanco, en bolsa. Me gritan desde adentro (estoy en el balcón) y entre ellos veo a Darren que está fascinado con los nuevos partners, y quien les habla de “yo, mate”, y casi siento una ternura maternal (heavy yo). Como llevo una semana aquí, hoy toca full monty amateur otra vez, pero ellos se resisten a ir porque “they don´t care about nude men” (as if I care about wet-t-shirt women), así que quizás vayamos a otro lugar. Son amables y limpios (jaja), por lo que quizás vaya… aunque admito que sueño con un día tener la pieza solo para mí, y pasar horas mirando el techo con la boca abierta, y hacer nada. Más que “impossible is nothing”, estoy viviendo la experiencia de “impossible is doing nothing”.

Pero sí, por ahora igual me encanta.



Palm Crove.



Una red para que las medusas no nos piquen (¿esas son los jellyfish?).



A la gente le gusta pescar aquí.



Una señora eligiendo cebo con el retoño.



Y después se impresionan de que la gente le tenga mala a los gatos sin motivo alguno, ¿qué onda esta publicidad? ¿ven al perrito, todo derecho y angelical, mientras el gato tiene unos ojos satánicos, la espalda arqueada, la cola elevada, y además una carencia de dos patas? Heavy.



Casas rodantes.



Amistad interracial (que no he visto demasiado acá).



¡Mi primer almuerzo afuera! Especial del día, sandwichazo.



Mi mantequilla de maní abandonada como una guagua en su canastito, en el refri comunitario (yo tengo uno chiquiturri en mi pieza) (porque se comen las cosas, jaja).



La piscina del hostal, con gozadores incluidos, vista desde mi balcón.



La hacendosa... TODA mi ropa lavada con mis lindas manitos.