domingo, 20 de marzo de 2011

Indonesia la secuela

Así que, llegó la hora de terminar de contar el viaje por Indonesia (atrasada)… Ahora, mientras sigo tratando de habituarme en Australia, y antes de que me agarre de nuevo la máquina (¡y de atrasarme más!).

Por eso, volvamos allí. Luego de estar en Ubud, me fui a las islas Gili… en donde pasé unos buenos días, interactuando con los otros turistas (y locales) y chapoteando por allí. Una de las personas a las que conocí fue a Peter, el sueco que me salvó de andar merodeando sin rumbo en una noche de carrete, presa de un ataque de vergüenza, cosa que mencioné en el post anterior de Bali, aunque no tan desarrollado.

Bueno, ahora lo explicaremos mejor, porque también tiene apariciones en Indonesia la secuela, jaja, así que retrocederemos. Una noche, en las islas Gili, decidí que era hora de socializar y, aunque no me fue fácil, me obligué a salir a chequear los bares. La cosa es que, una vez allí, en la calle, no me atreví a entrar a ninguno, y quizá podría haber dado vueltas por un largo rato, si no fuera porque un buen samaritano (o buen jote, jaja) se me acercó, y me invitó a unas cervezas.

Tal caballero andante fue Peter, el sueco del que hablé antes, y andaba con Mark, quien pensé que también era sueco, pero que en realidad es inglés. Ellos dos se habían conocido en Australia (venían de allí) y andaban viajando juntos… una dulpa muy interesante, y dulce de ver, porque son muy distintos… Peter es un ingeniero en estructuras, muy ordenado, que aprovechó sus tres semanas de vacaciones para irse de correría por el mundo. Rubio, alto, posiblemente de unos 30 ó 31 años, medio elegantoso pero al mismo tiempo muy interesante y abierto, fácil de conversar con. Mark, a su vez, se dedica al turismo, y pasea por los lugares enseñando a bucear, quedándose cierta cantidad de tiempo en cada uno. Trabaja en PADI, la agencia más pro (o bien, más reconocida) que hay al respecto. Podría tener 38, es bajito, pelado, y se pasa el día entero rockeando. Lleno de tatuajes, es de lo más entusiasta que he visto y, aunque se ve duro, tiene un corazón de abuelita… con decir que, más adelante, cuando tuvimos que separar rumbos luego de hacernos amigos, me regaló su adorado sombrero de vaquero “para que te cuide ahora que ya no estaremos”, aww.

Recapitulando, los conocí esa noche en Gili cuando merodeaba por la calle esperando juntar valor para entrar a alguna parte. Peter me vio y me invitó a ir con él, y entonces no conocí mucho a Mark, porque se fue bastante temprano… Así, me quedé conversando con el primero, y con tanto éxito, que no paramos hasta que cerraron. Peter fue absolutamente encantador, y tuvimos mucho tema… me hizo ciertas preguntas interesantes que me hicieron pensar, pero también fue capaz de hacerme reír improvisando ciertos fragmentos de sus bandas favoritas, y luego yo también lo hice reír a él cuando ejecuté mis famosos pasos de Michael Jackson… con tal que fue una noche muy buena, que realmente disfruté. Pero luego, cuando me fue a dejar hasta la puerta de mi hostal, y era obvio que tenía que pasar algo, a mí me pareció demasiado rápido, así que me hice la tonta y me escapé. Como que no tuve mucho tiempo de pensarlo, y era en mi pieza o en ninguna parte… todo fue muy abrupto y un poco arriesgado, para mí, pero, por supuesto, no se lo expliqué… y él se mostró tan sorprendido con mi “no” que me sentí pésimo… aunque no era necesariamente un “no” definitivo...

Tonto, ¿no? Porque luego se transformó en algo muy incómodo. Tan así que habíamos quedado en juntarnos al día siguiente, pero luego yo no llegué y más encima evité los lugares en donde supuse que estaría. Y lo tragicómico es que fue tan incómodo porque me cayó bien… porque me podría haber gustado, con un poco más de tiempo. No es que yo haya dejado de ir a la “cita” al día siguiente por mala intención, es porque no supe qué hacer. Si me lo hubiera encontrado entonces en la playa o algo así, podríamos haberlo continuado donde lo dejamos… pero fue muy rápido y aparecer como dijimos y a la hora, en cierto modo, era adelantar un sí. Me dio nervios, la verdad.

Es parecido (aunque no igual) a lo que me pasó con un español que conocí en Sydney hace algunas semanas. Me abordó en la calle en la tarde de la nada, y me invitó a tomarnos algo. Conversamos ene, y me encantó un poco, y terminamos la noche caminando frente a la playa… todo bien, hasta que sin ni siquiera haberme dado un beso propuso que nos metiéramos al mar. “No ando con bikini”, dije yo. “Qué importa”, contestó él, “podemos bañarnos sin nada”, jajaja. Pero demasiado rápido para mí, y cuando – amablemente – dije que no, también se anduvo amurrando un poco. Me fue a dejar igual hasta la puerta de mi hostal, y en bicicleta, lo que fue particularmente gracioso, pero después nunca más hablamos (me había pedido el teléfono y todo), y luego cuando de casualidad nos encontramos en la calle en el Mardi Gras (parada gay) cuál de los dos más incómodo, y cada uno hizo como que no vio al otro, todo muy mala onda.

Así que consejo para los hombres: perseveren. No se amurren. Tengan paciencia. Es raro que una le de la pasada a alguien altiro, a no ser que lo conozca desde antes y sienta algo desde antes (y si es que). En general una necesita un poco de tiempo para hacerse la idea, y para fantasear también… No es que una sea cuática (aunque todos pasamos por momentos cuáticos), es el natural sentido de autoconservación. Una no se da a cualquiera, en ninguno de los planos. Es como el lobo del principito… un poco de tiempo, un poco de cuidado y una puede convertirse en una seda. Al lobo hasta le pueden romper el corazón, una vez que ya confía en quien lo ha domesticado… pero para llegar a esa posición de vulnerabilidad, hay que invertir un poco… y se necesita un poco de tiempo también. Así que si les gusta alguien, y a ese alguien no ha dado obvias muestras de irreversible rechazo amoroso (que a veces también pasa)… perseveren.

Con Peter tuvimos una segunda oportunidad. Coincidimos en el ferry de vuelta de las islas Gili, que en realidad es una especie de lancha, y cuando lo vi en el embarque quise desaparecer… pero luego me di cuenta de que no podía escaparme (a no ser que cambiara el pasaje, nunca tan extreme) así que lo saludé con la sonrisa más luminosa que tenía, como si no hubiera pasado nada… Él tampoco estuvo muy contento cuando me vio, pero como es un gentleman, me invitó a tomar desayuno con Mark de todos modos, mientras esperábamos a que cargaran el ferry. Tenía fiebre… 38 grados, y posiblemente se sentía tan mal como se veía, pero aún así me trató con gentileza. Las acciones subieron rápidamente, básicamente porque no me lo esperé... que luego de una situación como la pasada, siguiera siendo un tipo abierto y agradable, conmigo.

Pero no fue todavía allí cuando mi “no” se convirtió en “sí”. Fue en el ferry. Mientras el de la ida fue todo plácido y agradable, a la vuelta tocó una verdadera tormenta… olas de entre 2 y 4 metros, y la lancha se balanceaba de un lado a otro como una cascarita de naranja en medio del oleaje. La gente vomitaba, transpirando, con los ojos cerrados por la angustia, y estaba todo tan nublado y lluvioso que parecía que nunca fuéramos a tocar tierra firme, o peor aún, parecía como si ella no existiera. El viaje, que suele durar unas 2 horas, duró 3, con la lanchita surcando olas que la mayor parte del tiempo en el charchazo dejaban los motores afuera… En algún momento hasta pensé que íbamos a darnos vuelta. Me sentí como imaginé que debían sentirse los navegantes que se pierden en medio del océano, en la desesperación de no saber cómo ni cuándo uno podrá volver a pararse sobre la maravillosa tierra, si es que alguna vez lo hará… aunque los indonesios que manejaban lo sabían, claro.

Pero con Peter fue fácil sobrevivir. Lo primero que hizo cuando entramos al mar abierto y nos subimos al primer vaivén, fue ironizar con un “oh, this should be fun”… y luego nos fuimos todo el viaje en silencio, escuchando mi Ipod, un audífono cada uno, compartiendo música latina (él quería conocerla), lo que fue inusitadamente cómodo, porque no tuvimos que hablar ni conversar nada… pero mi “no” definitivamente se transformó en un “sí” solo cuando, en la mitad del viaje, Peter hervía de fiebre y yo casi estaba vomitando (fui de las pocas que no lo hizo) y él sacó unas mentitas de su bolsillo y simplemente me las ofreció, mirándome con cara de compartido cansancio. Fue solo entonces cuando me di cuenta de que estábamos allí, sin decirnos nada, y tan acompañados y cómodos… porque antes, sí, estaba pasando, pero yo no lo había notado… y eso es lo importante quizá en esas situaciones: notarlo.

Eso me encantó. Eso y lo divertido que es cómo, cuando uno viaja a lugares más exóticos, en general se ve rodeada de gente con gran espíritu de aventura… Cada vez que la lancha se bajaba de una ola gigante, podía huir un “wiiiiiiii” hecho un gran murmullo feliz, de todos quienes estaban gozando la experiencia, aún en medio de los vómitos… y para qué decir Mark, totalmente su salsa, completamente empapado y casi agarrado de un mástil mientras la tormenta se desenvolvía. La verdad es que le tuve un poco de envidia, jeje. Se veía total y absolutamente extasiado, sonriendo con la boca abierta y medio tragándose el mar en ello. Yo creo que hasta estaba celoso de que a él no le dieron ganas de vomitar, porque era un poco parte de la experiencia.

Una vez terminado el ferry, Peter, Mark y yo descubrimos que íbamos al mismo lugar, Kuta, así que decidieron adoptarme. Otra vez, no se imaginan el agrado que es estar protegida por alguien, en especial si es por gente que sabe lo que hace, ya que ellos habían estado en Kuta antes. Tomamos una van desde el puerto (que son como los buses, en Bali), y me fui directo al hostal que ellos ya tenían reservado, sin tener que ir por allí con mi mochila buscando lugares… muy, muy agradable… y luego pasamos un par de días juntos, en armónica compañía, antes de que ellos siguieran a Singapur… Cada uno tenía su pieza, pero compartimos el balcón, y en un gesto de caballerosidad (o de control, jaja), me dieron a mí la de al medio. Así, en el día, cada uno hacía sus cosas (ellos ya habían visto lo que yo queía conocer), pero en las tardes nos juntábamos en ese balcón y bajábamos unas cervezas, mientras escuchábamos Guns and Roses (como dije antes, Mark es un rockero), y luego salíamos juntos a comer o algo. Y sé que suena sentimentaloide, pero la felicidad de ir por el mundo con amigos… yo flotaba un poco por las calles cuando íbamos los tres juntos, y luego al entrar a los restoranes “table for three”. Parece que sí había llevado un tiempo media sola, jaja, porque mi emoción era demasiado grande, como que tenía que disimularla un poco, jaja.

Luego ellos se fueron a Singapur, y nos separamos en la mejor onda, y yo me quedé con esa sensación feliz, pero al mismo tiempo cierta frustración… porque luego del rechazo inicial, Peter nunca más intentó nada, pese a que sé que los dos queríamos… pero también lo entiendo, porque debe ser una lata para los hombres dar (casi) siempre el primer paso, y tomar esa posición vulnerable. Creo que como Peter es un tipo orgulloso, cuando le dije que no, es posible que simplemente lo haya bloqueado dentro de sí. Sin embargo, no tuve momento luego para darle a entender yo que las cosas habían cambiado. Por eso mi consejo a otros caballeros que puedan leer este blog: perseverancia. Quizá haya veces en que se les abrió la puerta, y todavía no lo saben, porque no han vuelto a intentar atravesarla. No pierden nada con tratar. Excepto tiempo, energía, y a veces hasta plata jaja (broma).

Volviendo ahora al viaje mismo, Kuta es un lugar bacán. A mí me gustó y para mí fue una sorpresa que lo hiciera, porque mis expectativas eran muy bajas. Es una ciudad en la playa (o que bordea con ella) que está colapsada de gente, copada de ferias, y cercana a todos los hots spots turísticos. Venden casi todo lo que a uno se le pueda imaginar, y se supone que es como una especie de Bangkok más charcha (para los que han ido) (pero no es muy así).

Yo llegué con la idea de todo lo que me habían dicho… sucio, ultra poblado, lleno de estafadores y vaya a saber una qué más… pero mentira. Está copado, sí, y es un poco sucio, pero no más que Valparaíso, por dar un ejemplo… y, más importante, sigue teniendo ese encanto asiático, lleno de templecitos y de cosas… y la gente es bastante agradable… y la playa no es sucia, o al menos no me tocó así… y es larga para caminar y tiene unas olas perfectas para saltar y jugar (y para surfear). Lo único fome es eso de que uno apenas mira a un vendedor, y éste puede seguirlo a uno cuadras enteras… pero eso pasa en muchos lugares a lo largo del mundo… y cómo no va a ser comprensible, si hay quienes ni siquiera se molestan en regatear y aceptan encantados de una precios exorbitantes (que con un poco de trabajo, se convierten en baratísimos). Además, es su pega.

En Kuta, aparte, debo admitir que me di un par de días totalmente libres en donde no hice más que ver películas. Sí, suena muy nerd (bueno, lo es, jeje)… pero traté de ir a la playa, y hacían como 500 grados, y me bañé para bajarlos… pero el agua estaba caliente, y salirse fue aún más caliente, y fue un desastre, jaja. Luego traté de ver las ferias, pero hacía tanto calor que a los pobres vendedores les goteaba la transpiración hasta por el bigote, así que aproveché que había comprado unos estrenos en la calle a menos de 10 centavos cada uno, y al final me instalé en mi gloriosa cama gigante (las piezas suelen ser un lujo, pese a ser baratísimas), bajo el ventilador más maravilloso de la historia de la humanidad, junto a un pequeño tentempié, y zuácate, la tarde perdida entre peliculillas varias… Pero luego en esas noches igual salí a dar una vuelta, comer afuera (aprovechando que puedo) (a diferencia de en Australia, por ahora) e interactuar un poco. Uno descubre cosas divertidas en ello, como que estaba Iron Maiden justo allí, en un concierto… unos polacos me invitaron a ir con ellos, pero la entrada valía 80 dólares. Qué estilo habría sido, ¿no? Ir a un recital de Iron Maiden en plena Indonesia, jajaja. Solo habría ido por el estilo porque, pese a que sí me gusta el heavy metal, Iron Maiden no me provoca demasiado, jeje.

En fin, que Kuta es muy entretenido. Se puede salir a caminar, y en cada cuadra uno ve cosas más distintas y más locas. Además, hay un sector medio peloláis con puras tiendas importantes, para a quienes les gusta el shopping elegantoso. A mí me gustó ene, aunque no lo recomiendo por demasiados días… pero porque hay mucho más que ver en Bali, y porque el final Kuta es como un centro de recargue… de ropa, carrete, productos, etcétera. Un centro de abastecimiento. Hasta los toures que se hacen para ver Bali, salen en su mayoría de allí. Igual hay quienes arriendan motos para hacerlo por su cuenta, pero considerando que es un país tan poblado (el cuarto del mundo), no es una andada fácil, al estilo rebelde y tan libre de las pelis antiguas… siempre hay tacos, que detendrían el flujo de ese entusiasmo, así que al final yo elegí el tour. Lo fome eso sí, de tomarlos en Indonesia es que no es como en Tailandia o en otros países del Sudeste Asiáticos donde uno puede unirse a grupos formados. Entonces, si se viaja sola, puede ser caro, y fome.

Yo tuve la suerte de caerle en gracia a uno de los que atienden en una agencia, con tal que accedió a dejármelo a mitad de precio, si compartía el paseo con alguien más. Dije que sí, esperando que fuera un grupete, para que además fuera más choro… pero al final resultó ser solo una persona. Molly. Una china (qué mal que suene despectivo, ¿no?, a diferencia de otras nacionalidades). No pude retener su nombre original, pero me dijo que Molly era su “english name”, y que todos elegían un “english name” en el colegio. Qué buena idea, ¿cierto? Yo me llamaría Kate. Encuentro que es corto, fuerte, elegante, femenino y estiloso.

La Molly, en todo caso, me salió muy agradable compañía. Debe haber tenido mi edad, y había llevado una vida llamativa (para mí). Hija del régimen chino, resultaba ser también el único retoño de sus papás… aunque sí tenía primos… Se dedicaba a instalar antenas (la parte computacional), y había vivido en Kenia, y en Tailandia, aunque quería volverse luego, porque ya quería establecerse, casarse y tener hijos. Sin embargo, no parecía demasiado urgida. Me dijo que en su país muchos tenían solo un hijo, y que a veces genéticamente lo programaban para que fueran gemelos, y así ahorraban más plata. Le pregunté si podían elegir el sexo y me dijo que supuestamente no, pero que sabía de casos en que lo habían hecho. Y como es solo uno, no sentía que se le fuera a pasar el tren con la maternidad ni nada.

La verdad es que fue un encuentro muy enriquecedor. Ella encontró locas cosas que a mí me parecían muy normales, como tener 3 hermanos más. Cuando hablé de uno de mis hermanos dio por hecho que era solo uno, pero luego mencioné a otro, y luego a otro, y parecía que le fuera a explotar la cabeza con la cantidad. Yo pensé que podía ser que se sintiera sola, con no tener ninguno, pero cuando le pregunté qué opinaba ella de la decisión china de no tener tantos hijos, me dijo que estaba de acuerdo, y que además no siempre era tan rígido. La gente rural puede tener dos, si la primera es mujer, y cualquier persona puede tener dos, si paga un impuesto especial. Me dijo que la ley había decidido que tal método continuaría al menos algunos años más, pero que ella estaba feliz porque tampoco quería tener muchos hijos, a lo más dos, y que lo encontraba útil.

Bueno, yo no lo discuto. Ella sabe mejor. Es su realidad. Más que eso, me llamó la atención que, siendo la única hija, pudiera vivir tan tranquila yendo por el mundo sin escuchar ruegos llorosos de los padres (debe ser atroz para ellos), pero ella me dijo que sus papás también eran unos trotamundos y que estaban felices con lo que estaba haciendo. También me llamó la atención que, para ella, sus primos eran como sus hermanos. Me contó que todos vivían más o menos juntos y que, cuando volviera de trabajar en Indonesia (estaba trabajando, y en su día libre) pensaba vivir con sus papás, lo que significa vivir con toda la familia. También me dijo que no había un vacío observable en cuanto a los edificios y demases (en respuesta a mi pregunta, de si ahora que la gente tenía menos hijos y todo lo demás, se habían desocupado espacios urbanos).

Lo último que me llamó la atención de ella, es que era bastante clasista. Parecía venir de una alta clase social, pero una clase social algo desconsiderada y poco educada, porque trató a los indonesios que nos llevaron al tour (eran dos) como seres inferiores. Hasta les gritó en algún momento por algo absolutamente injustificado, y yo mirando al lado. Es que no quise meterme al medio (aunque fui extra simpática con ellos, como para compensar un poco)… porque me pareció algo personal entre ellos… La imagen misma fue tan surrealista, porque la Molly era tan físicamente parecida a los indonesios… entonces cómo podía tratarlos de esa manera… y es que a una no le dan ganas de inmiscuir en lo que parece una pelea entre hermanos, con tanta similitud entre ellos Me imagino que así es como los extraterrestres nos verían a nosotros, con todos esos problemas de razas, alcurnias, religiones y demases, igual de parecidos entre nosotros, como raza humana, y peleando por sutilezas que inteligencias externas tal vez no podrían encontrar aún si buscaran. Es muy loco. Más encima los indonesios agachaban la cabeza como sabiendo que ella sí tenía autoridad… distinguiendo matices curiosos que yo, como extranjerísima, no pude ver.

Vaya a saber una de dónde puede haber salido esa Molly. Hasta yo le tuve cierto sacral respeto luego de eso. Tenía esa actitud natural de las personas que nacen con mucho poder.

De todos modos, y más allá de eso, pasamos un día largo, y agradable. Vimos tumbas de reyes, templos llenos de flores, campos de arroz, más templos en la mitad de un lago. Vimos monos (suelen vivir en los templos porque la gente le da comida) y eran monos muy simpáticos… la guía nos contó que era así porque, a diferencia de los de Ubud, no les daban plátanos ni nada con mucha azúcar, entonces eran menos agresivos… y yo curiosamente me sentí un poco culpable, como si por culpa de gente como yo, que alega por cuando se ponen violentos, le hubieran quitado todas las cosas ricas que otros monos vecinos sí pueden gozar y que los seres humanos disfrutamos casi cada día.

También vi murciélagos gigantes, que se llaman “flying foxes” o “zorros voladores”, y que son una ternura. En verdad parecen zorros, con una carita de lo más dulce. En uno de los templos, algunos balineses los tenían amaestrados, y eran como perros que vienen cuando los llaman, cada uno con su nombre. Yo tomé a un par en brazos, y tomar las alas era como acariciar a un paraguas… llenos de huesitos ensamblables, forrados de cuero suave. La verdad es que me causaron mucha gracia, aunque a la Molly le causaron tan poca, que en algún momento le dio una arcada, y ofendió profundamente a los que amaestraban los murciélagos, que casi lloraron diciendo “hug with love, with loove”. Sé que no fue la intención de ella (aunque no sé para qué se obligó a tomarlos en brazos), y lo fome es que su arcada hizo que en algún momento yo también sintiera asco, y ahora cuando veo las fotos siento algo amargo en mi estómago, pese a que fui tan feliz con ellos. Lo que es el contagio de las emociones humanas…

Luego terminamos ese día en Tanat Toh, un templo en la playa que al atardecer se ve irreal, en donde por motivos desconocidos una tanda de asiáticos pidió sacarse fotos con mi persona… así que ya sé cómo debe ser ser famosa (no me gustó mucho). Tenía pensado rezar como por 80 personas y pedir como 10 millones de deseos, pero estaba tan cansada y a la vez tan ida, que la tarde simplemente se me deslizó y al final no dije nada… pero sí tuve un asiento preferencial, casi cayéndome de la roca más alta, la envidia máxima de toda la gente (quizá por eso me sacaron tantas fotos, porque no sabían cómo sacarme de la roca más alta del templo, jaja).

Y al día siguiente me fui a Tulamben, un pueblo donde está el naufragio de un submarino japonés, creo que de la segunda guerra mundial. Me instalé en ese pueblo los últimos días de mi viaje a Bali, porque decidí sacar ¡la licencia de buceo! Con el PADI, como dije antes, la institución más reconocida, que da un título internacional… ¡y que hacen que ahora pueda bucear en todas partes! Esa fue la guinda en la torta de mi viaje, y una guinda muy planeada… como para darme fuerzas en lo que sería mi regreso a Sydney, jeje… que Dios sabe que las he necesitado.

Esos últimos 5 días fueron exquisitos, pero en una onda mucho más tranqui que el resto del indoviaje… El pueblo es enano, solo una calle con un par de restoranes, y entre ellos solo un par con wi-fi... Cerro carrete y casi nadie de la edad... casi puros locales y viejos hippies… pero para mí fue ideal… porque me desconecté casi totalmente, inmersa en mi felicidad tropical y lejos de todo el mundo. Los días ricos, y en las noches tormentas eléctricas, que contemplé feliz mientras chapoteaba en la piscina del hotel, un poco rezando para que no me llegaran rayos (eran gigantes). Y todo a un precio relativamente barato… la mitad de lo que me habría salido en Australia… y eso que me incluyó transporte desde Kuta, y luego de vuelta al aeropuerto (3 o 4 horas cada uno de esos viajes), alojamiento, un desayuno increíble, una pieza gigante con mini bar incluido que ya se la quisiera la Paris Hilton (bueno, quizá no tanto), y cuatro buceadas. Muy barato en comparación a Australia, pero igual lo más caro de Indonesia (aunque con buenos motivos).

¡Cuatro buceadas, tuve! ¡Qué felicidad! Me metí de lleno en el mar, hasta 20 metros de profundidad, y fue como estar en otro mundo… todos esos peces, y corales, y hasta vi tortugas, y barracudas, y un tiburón chiquitito. De las cuatro buceadas una fue en “el jardín de corales” y el resto en el naufragio… qué cosa más increíble la naturaleza, usando los restos del submarino para convertirlo en alojamiento para toda clase de cardúmenes movedizos, y algas, y corales y demases. Realmente una preciosura. Y la propia respiración… eso de estar tan consciente de la respiración, también lo convierte en algo místico… uno puede sentirse de un modo tan externo como siente a todo lo demás. Es casi como ir recitando un mantra.

Para aprender lo del buceo tuve dos guías. El primero, Wayan, no era muy simpático. Me arrugó la nariz cada vez en que pudo, hablándome de la suerte que tenía de ser feliz porque “era rica”. Sí, acepto que tengo recursos… pero la plata no hace la felicidad (sí puede ayudar, aunque a veces también la atrasa) y además tampoco soy lo que se dice rica (y lo que tengo, todavía no es mucho por mérito propio). Yo le contesté a Wayan que la mayoría de la plata sale de alguna parte, porque alguien se ha roto el lomo trabajando y etcétera, o estudiando mucho, y/o haciendo buenos negocios, y que porqué él no hacía lo mismo, y él me contestó que en Indonesia eran pobres porque se gastaban toda su plata haciendo rituales y ceremonias… y la verdad es que es una idea a considerar, porque es cierto que se gastan una cantidad enorme… todas esas ropas, y todas las ofrendas que cada día ponen, y etcétera, aunque, claro, también puede ser una excusa… las respuestas tan generalizadas muchas veces lo son.

La cosa es que cero onda con Wayan. Igual debe haber tenido 20 años, y me miraba a mí teniendo lo que parecía ser la vida loca, toda tranqui, acercándome a la treintena, entonces quizá debe haber pensado que yo era de lo más flaite… pero qué puede saber uno de la vida de otro (en especial si no pregunta) y además quién es uno para andar juzgando. Pero luego mi otro guía, Ketut, fue todo lo contrario. Un tipo mayor, igual a Miyagi de Karate Kid, aunque con una sola larga trenza blanca, lo más dulce que hay. Se suponía que él me iba a hacer todo el curso, pero había tenido que salir fuera de Bali por una emergencia… gracias a Dios volvió a tiempo para terminarlo, porque a él pude hacerle todas las preguntas que quise, sin recibir observaciones mordaces sobre mis orígenes, la religión o la política internacional.

Ketut me trató como si fuera mi abuelo. Tenía una mirada serena y llena de arrugas, y pese a estar viejón ya, insistía en llevarme los equipos. Además, estaba tan absolutamente enamorado del buceo que me lo contagió aún más, y fue muy paciente a la hora de enseñar. A la hora de evaluar tal o cual técnica, aplaudía debajo del agua para celebrar cada vez en que yo lo hacía bien, y como el agua es pesada, era todo en cámara lenta, y yo sonreía de vuelta pero deseando terminar luego, para poder ir a ver más peces y cosas. Y a veces cuando quería mostrarme algo especial, me llevaba de la mano, bajoel mar. Al principio yo traté de resistirme, porque igual lo encontré raro, pero luego me acordé de que los asiáticos son tocones, y además era solo un viejecillo, así que permití que tuviéramos esa suerte de conexión fraternal. Tampoco es como que trató de hacer más que eso. La verdad es que fue lindo, ir con ese viejo asiático de larga trenza persiguiendo pececillos (y pecezotes), y escapando de las mantarrayas.

Y así se acabaron mis días en Indonesia. Rápidamente, pese a que en su momento me parecieron eternos. Felices (y calurosos), y distintos.



Estas son las fotos. Lástima que hay lugares o personas enteras de la que no saqué ninguna. Me he vuelto media distraída al respecto.

Así andan los pobres gatos indonesios, con la cola cortada. "Is for the beauty", me explicaron. Qué preciosura de gato en todo caso, ¿cierto?



Regateando.



Noches de carrete en Kuta.



La feria.



La parte elegantosa.



Templo que es la tumba de un rey, en Bali... ojo con el cartel "mujeres menstruando no pueden entrar".



Abrazando al demonio que aleja los obstáculos.



Posando con una pareja singapurense... por algún motivo mucha gente me preguntó si podía sacarse fotos conmigo (supongo que soy una novedad), y con ellos quise una copia también yo :) .



Otro demonio.



Camino a un segundo templo (lástima que no retuve los nombres), la Molly me invita uno de sus "stake candy"... ¡Carne! ¡Como si fueran calugas! No se cacha en la foto, pero tiene hasta esas rayitas típicas de la carne de buena calidad. La verdad es que si uno se hace la idea, podría ser buena. Muy saludable.





Un lápiz se me reventó encima (esto explica fotos posteriores de mí hecha un desastre).



En el templo del gran lago de Bali (justo en la mitad de la isla), una ceremonia porque había sido luna llena.



Roarr (y señora sapeando).



Con la Molly posando frente a uno de los templos del lago.



Sacando fotos pa una revista de moda.



Siempre alguien cuida los jardines.



Poleras estimulantes.



"Trumpet flower", me dijeron los guías.



Los estacionadores de auto... se visten así porque son musulmanes.



Indonesia es el país con más musulmanes en el mundo. Es que al mismo tiempo es el cuarto país más poblado (lo que en Bali no se nota).



Campos de arroz en un lugar que se llama algo así como Nacung.



Posando.



Monos espulgándose.



Un murciélago amistoso y yo ("flying foxes", los llaman, "zorros voladores").



Acá le estoy dando bebida... no es trampa (por si acaso, jaja), la tapa está un poco abierta.



La Molly en la misma justo antes de tener una arcada (esa foto la borré, porque cada vez en que la veía, me daba una arcada a mí).



Ojo con los sapos de atrás, jaja.



Monita con su guagua.



Mono a contraluz.



El rey de la manada durmiendo a pata suelta.



Tea time.



Gente en uno de los templos de Tanat Toh.



La playa del lugar.



El atardecer en el templo.



¿Ven la cantidad de libros alemanes? Y los en español brillan por su ausencia.



Volantín-tín-tín, qué lindo eres tú.



Foto posera en Kuta.



Uno de los bares cool de la playa.



El estilo asiático, convivencia de estilos en el mismo reducido lugar.



Yo posando contra un mural lindo, en el aeropuerto, con el gorro de Mark.



Detalle del mural (las ranas reverenciando, y yo que esa gallina no estaría tan feliz).



Su servidora escribiendo desde el suelo del aeropuerto (aunque igual se atrasó).

miércoles, 9 de marzo de 2011

La tercera es la vencida

Ya estoy de vuelta en Sydney, luego de mi viaje por Indonesia. Estoy de nuevo tan inmersa en medio de las cosas que es como si nunca hubiera estado allá, aunque lo estuve, claro. Estoy de vuelta en el hostal de Lamrock, Bondi. En algún momento encontré un departamento compartido muy rico, y muy barato, al lado de la playa, pero al final lo decliné por dos motivos. El primero, que hasta ahora me vuelvo el 6 de abril (éste es el como el cuento del lobo, jaja), entonces no quiero amarrarme a una parte fija. El segundo, que me hace bien estar en el hostal. Me obliga a compartir con las personas. El mío es como un enorme flatshare, en donde no solo aloja, sino que también vive mucha gente. Hay mesas afuera, en donde jugamos póker, y si uno está en el comedor a la hora apropiada, hasta puede ser que le toque un glorioso plato de comida caliente, junto a un grupo de muy diversos comensales… y a veces los gentiles hasta le llevan a una el plato al jardín, al solcito. Servicio de primera clase aunque, más importante, una especie de familia.

Vivir en un backpacker tiene sus bajos, también. El refrigerador es enano, no hay clóset, y solo hay una luz en la pieza… pero luego eso hace que uno desarrolle sus capacidades de síntesis y de organización, y también que no se acueste tan tarde. Además, como la mayoría de la gente trabaja, uno se levanta temprano también, aún en días en que no tiene nada que hacer. Lo único que me es más difícil, es la falta de privacidad… pero esta vez me tocaron unas roomates tan simpáticas que no me importa tanto. Las tres son de Gran Bretaña y me invitan a todas partes. La primera de ellas, Elaine, irlandesa, me manda mensajitos para saber cómo me va en las entrevistas, y cuando cruzamos la calle me toma del brazo porque sabe que a veces me tiro sin mirar demasiado. Es como si fuera mi mamá y eso que tiene 22 años. Además, trata de aprender castellano, y cada día se despide de mí con un "buenos nachos"… admito que no la he corregido, pero creo que lo haré antes de que ella se vaya (la próxima semana), como para no desvirtuar el sentido del aprendizaje. Es que cada vez que lo dice me causa tanta gracia… que hago como si nada, para que siga diciéndolo. Es que es lo más dulce que hay.

Luego viene Sarah, una inglesa encantadora de 23 años, que tiene un séquito de admiradores que tocan la puerta cada cinco minutos preguntando por su existencia. El misterio no es cómo los conquista (además de ser lindísima, es muy dulce y siempre está de buen humor), sino que en qué momento lo hace porque, como Elaine, tiene dos trabajos. Y por último está Kat, de 25, una escocesa/filipina que también anda en busca de pega, por lo que es la que más veo, pero justo es con la que menos hablo. Cada tarde o noche nos encontramos las cuatro y compartimos las experiencias del día, y luego a veces salimos a tomar algo… sidra, y cerveza negra, y cosas que les gustan a ellas, y que yo he ido conociendo, y como Sarah tiene un mega fan club, casi siempre vamos acompañadas de un séquito de galancetes, que a veces hasta nos pagan los tragos en su afán por ganarse puntos con ella.

Y como la vida del backpacker a veces tiene beneficios, resulta que el jueves vamos a ir a ver a MGMT (banda bacán) gratis, con unas entradas que nos regalaron hoy unos team que vinieron. Y además también hoy, como el lugar está lleno de irlandeses… tuvimos una PANQUECADA, ya que mañana empieza la cuaresma, y es una costumbre que tienen justo antes de eso, como para despedirse de las cosas ricas por 40 días de recogimiento… se llama, de hecho Pancake Day (pueden googlearlo)… Tantos de estos europeos son tan religiosos… y se toman tan en serio estas costumbres, porque después de eso realmente pretenden restringirse... Esto me llama la atención porque las malas lenguas chilenas siempre hablan de ellos como unos libertinos, casi culpables de “la decadencia actual”, “la demolición de la familia”, “el fin de los valores” y otras formas grandilocuentes del tema, y resulta que muchos tienen todos esos hábitos de los que esos mismos malhablados carecen… en este caso la austeridad… para eso basta ver los banquetes de pescado que se dan muchos católicos el viernes santo, como para en cierto modo convertir algo que supone ser un acto de desapego, en una pillería hecha con éxito. No digo, claro, que sean todos así… pero sí que pasa harto. El doble discurso.

Bueno, la religión igual es un tema conflictivo, y a mi parecer no tiene que ver con la moralidad de las personas, aunque ciertas líneas de lo que promulga puedan ayudar… porque hay gente muy noble que no tiene religión, y viceversa… Lo que intento decir es que llama la atención que esa estructura espiritual (o como sea) que algunos grupos sociales establecen para regularse a sí mismos o mejorarse como comunidad… a veces sea justamente más violada por quienes más trataron de instaurarla. Aunque solo algunos de ellos, claro.

Pero la vida está llena de contradicciones, en especial en cuanto a la religión. Tanto en Australia como en Indonesia, he conocido a un montón de gente que en ella tiene costumbres aleatorias. Un árabe en Cairns que se destruía con marihuana y hongos… pero nada de alcohol (no sé de qué religión específica era). Luego un musulmán en Bali justo al revés, contra todas las drogas naturales (marihuana, hongos, incluso tabaco)… pero que cada noche se tomaba todas las cervezas de la cuadra. Y hoy, un hindú seco pal póker… pero que solo juega cuando es sin apostar plata real… porque no puede apostar de verdad (y ojo con que hay que poner solo 5 dólares para entrar) (nada, si consideramos que el juego dura horas).

En fin, tampoco es mi intención andar juzgando a la gente… cada uno sabrá lo que hace, pero es curioso, ¿cierto? Las personas somos bien locas. Ah, y tampoco es mi intención poner el comer pescado al mismo nivel que las drogas... pero se entiende.

Así que eso he hecho últimamente. Mirar a la gente, aunque a gente extranjera, porque a chilenos casi ni he visto… he estado con un par, pero pocazo y es que en general no hemos coincidido, y que también que he estado… trabajando… porque ¡sí, lo logré! ¡trabajar! Y principalmente gracias a uno de mis amigos de antes, el Nico, principal contacto, casi rockstar del lugar y la entrevistadora preguntándome porqué lo cacho, con los ojos llenos de amor, jaja. Gracias, Nico.

El proceso entero fue bastante rápido. La agencia se llama Swift Solutions, y se dedica a mandar a la gente a trabajos temporales en fábricas… todo tipo de trabajos, y además cerca de mi hostal. El miércoles fui a dejar el currículum, el viernes tuve la entrevista, y quedé altiro. Así que el lunes al fin trabajé… ¡en una fábrica de ropa! Y estaba feliz… 20 dólares la hora… se puede ganar más, pero igual bien… la fábrica a menos de una hora de mi cama (jaja, cuando uno trabaja en esas cosas uno no piensa en su casa, sino en su cama)… de 8:30 am a 5 pm, con solo un break de 15 minutos a las 10, y media hora de almuerzo… sin poder ni sentarse entremedio, pero qué más da, soy joven y rozagante, y tengo mi salud, y chao pescao.

Yo quería tanto pasar por la experiencia, así que estaba encantada. Pasé el día entero etiquetando, guardando, colgando, descolgando, todo tipo de prendas (la mayoría feazas). Solo éramos cuatro provenientes de la agencia, y el resto trabajadores fijos… impacta un poco verlo, porque para mí es una novedad trabajar en algo así… pero imaginar cómo para alguien es la realidad de una vida entera… causa agradecimiento por poder tener oportunidades… Unos días, o unos meses en la fábrica pueden limpiar la mente… pero vivir allí… no me imagino cómo puede ser. Aunque tal vez no sea tan terrible después de todo, y uno se acostumbre, porque al final, si nos ponemos discutidoras, es una pega como cualquiera… y además siendo profesora hay días que pueden ser real realmente dantescos.

De las cuatro en la fábrica, aparte de mí, había dos inglesas y una francesa, y la manager nos pasó a mí y a la francesa casi todas las tareas mayores. Las dos inglesas eran buena onda, pero demasiado complacientes y observé que a la manager le irritaba que cada vez que les pasaba una caja contestaran “thank you”, casi con una reverencia. La francesa, en cambio, nunca dijo una palabra, así que yo copié su actitud, pese a que soy de las que se inclina por las formas sociales y las reverencias, y en pocos minutos estaba on fire. Lo divertido es que yo pensaba que la francesa, Marine, era una chica segura y ruda (lo mismo que debe haber pensado la manager)… pero la verdad es que casi no sabía inglés. De las cuatro era lejos la más joven, quizá de unos 18 años… muy seria y compuesta, lo que la hacía parecer aún más autoritaria, aunque cuando sonrió al final del día parecía tan contenta que yo casi lloro. Ella fue la que nos anunció el fin del día... un evento feliz, pero que habría sido aún mejor si lo hubiera anunciado un pito tipo Pedro Picapiedra, jeje.

Oh, y a mí me encantó trabajar allí. Luego de algunas horas me dolían todos los músculos… pero el trabajo repetitivo… oh… mi mente flotaba. Me habría gustado que la pega hubiera durado más… porque además de que estaba ganando plata, sentí que estaba limpiando cosas dentro de mí… cada hora que pasó, cada caja de poleras que colgué, cada serie de pantalones que etiqueté… mi cuerpo estaba allí en movimiento, en movimiento, en movimiento, y mi mente mirándolo todo desde arriba, sumergida en una paz que llegó a ser casi insoportable. Cantaba dentro de mí, pero no yo, sino mi mente, sola, a su propio ritmo y bajo sus propias condiciones, totalmente ajena a mi persona, como un divorcio temporal. Y cuando se acabó el día, aunque me dolía todo (yo creo que por ser el primer día)… me sentí tan bien. Como si hubiera vuelto de un break, de ser yo misma. Mientras trabajé ni siquiera recordé mi nombre. Era solo una máquina. Una máquina útil. Una máquina cantarina, con ocasionales destellos de certezas… pequeños enunciados que dijo la voz dentro de mí sobre cosas de mi vida, y a veces hasta de la vida misma… la mayoría muy inteligentes… muchos, también, sorprendentes.

Yo casi no podía esperar para seguir allí y ver más… luego de unas buenas horas de sueño, claro.

Pero al día siguiente me echaron, jeje. Lo que pasa es que la noche antes, a las 2 de la mañana, pese a que estaba agotada, no podía dormir. Había llegado tarde ese primer día, porque me perdí en el metro, entonces estaba realmente preocupada de llegar especialmente temprano el día siguiente. Es que nunca había llegado tarde a trabajar, en la vida, y me cargó hacerlo el día uno… y además sentí que no podía dejar mal ni a la empresa, ni a mi amigo, ni al jefe de la fábrica que cuando me despedí, me dijo sonriendo “so tomorrow you know where we are!”, pese al atraso.

Pero eran las 2 de la mañana, y todavía no podía dormir. Y cuando no puedo hacerlo, tomo unas pastillas que me dio el doc, que son buenas y legales (jaja), pero que por algún motivo me dejan absolutamente drogada, antes de pegarme el K.O. Y una vez que las tomé, se me ocurrió ir al baño, y como no hay luz en la pieza, tengo que usar el celular… y de pava (y drogada) a la vuelta lo dejé encima de la cartera de una de mis compañeras, y como son todos iguales, al día siguiente se lo llevó… Salió aún más temprano que yo (entra como a las 7 am a trabajar), así que ni asomo de ella cuando sonó mi despertador ¡sin estar yo ahí para escucharlo!

Tipo 7:20 me despertó la Elaine, mi segunda mamá, jaja, preocupadísima porque yo estaba atrasada… y todavía era temprano, pero nica llegaba a la hora. Tampoco podía llamar a la agencia (porque no estaba mi cel con el número) así que mandé un mail. Tuve que adornar un poco el tema, porque si no era demasiado poco creíble, y además nerd. Y a la hora de almuerzo volvió mi roomate, corriendo, porque se dio cuenta que se había llevado los dos cel, y cachó lo que había pasado, y ahí sí llamé a la empresa, pero aunque fueron corteses, no me creyeron absolutamente nada... poniendo la voz más inexpresiva que haya escuchado en un buen tiempo. Y, claro, lo entiendo, porque posiblemente yo tampoco me habría creído. Además, ya había metido la pata llegando tarde el día anterior… con tal que me dijeron que me iban a poner en la lista de espera, jejeje. Caput. “Te llamamos”. Ouch. O como dice Homero, D'oh!

Después de eso pasé un rato sintiéndome mal, por mí, y también por mi amigo, y por mis finanzas, y por el abrupto fin de mi trabajo de exorcismo personal… pero luego decidí que no puedo volver al pasado, así que... y de ahí pasé casi toda el día en el jardín del hostal buscando pega, con ocasionales breaks de panqueques y póker. Hasta hice un mapa donde están las agencias más importantes, y mañana voy a ir taponarlas con mis adorables currículums, a ver qué pasa. Aunque la Sarah, mi roomate, se va el próximo martes a Perth, y me dijo que iba a tratar de que me dieran a mí su puesto, en una tienda, 22 dólares la hora. Si la agarro, le damos, aunque preferiría trabajar en algo, ya lo dije, purificador, jeje. De verdad.

Y además no sé si es mi tema, trabajar en una tienda… dado que hay pocas cosas que me gusten menos que perseguir a la gente, y en las tiendas uno tiene que andar convenciendo a las personas y preguntándole cosas. Pero no porque yo huya cada vez que un vendedor siquiera me mira en un local (cosa que hago, jeje), la otra gente es igual. Y si hemos de ser sinceras, nunca he trabajado en una, así que, quién sabe, tal vez me guste… he sido buena para otras cosas antes, cosas insospechadas. Como cuando se me ocurrió ser profesora. Eso no lo vi venir ni por si acaso. Siempre miré a todas las de mi colegio, con compasión, diciéndome a mí misma que nunca trataría de imponer aprendizaje a niños que generalmente no quieren aprender (aunque siempre me tincó la idea de ser profe de universidad)… pero luego no solo lo hice (y volveré a hacerlo), sino que también me gustó (y volverá a gustarme)… y hablamos de que realmente me gustó, con – ocasionales – niños chillones y todo, y de que aunque tengo días malos, tengo otros en que soy brillante… así que fue una buena elección.

Pero ahora estoy en otro tipo de trabajos, en la dura vida del obrero, jaja… y mañana necesito toda mi energía y mi mejor cara para que las agencias me quieran. Así que mejor buenas noches.

O buenos nachos (aww).

En el próximo post cuento la segunda parte de mi viaje a Bali. Si logro estar ya inmersa en lo que quiero… me vendrá bien, porque será casi como viajar de nuevo.



Con la Elaine, produciéndonos pal Mardi Gras (festival gay muy choro). Ojo con que "Mardi gras" se refiere al último martes de grasa... el martes antes del miércoles de ceniza, donde uno todavía puede comer "cosas nutritivas"... una oportunidad de esparcimiento y golosería jaja... Lo mismo que el "Pancake Day", ¿gracioso, no, cómo la religión afecta de tantas maneras nuestras vidas, con eventos tan distintos salidos de ella? Y una a veces ni sabe.



En el paradero, con compañero de hostal y señoras.



Parte del desfile (aunque no se cacha nada, mi cámara saca pésimas fotos de noche a distancia).



Participantes.



Cachen la felicidad de la gente.



Católicos gay... "say a little pray for...".



Con Simeon y la Elaine.



Con Gerald y el clon casual de Ethan Hawke atrás.



La gran torta gran del matri gay.



Solo un pedazo de la calle.



Gente compartiendo y llevada del momento.



Gayola... jaja.