viernes, 4 de febrero de 2011

Brisbane flash.

A Brisbane me fui por poco menos de una semana. Mi partida fue bastante intempestiva. Como comenté en el post anterior, Sydney medio me expulsó… así como ese capítulo de los Simpsons donde Homero va a Nueva York y un ladrón le roba su maleta, otro ladrón su ticket de micro, y una paloma el hot-dog que se estaba comiendo (o algo así, jajajaja, no sé si alguien lo ha visto). Con la maña encima, cuando pasó mi propia seguidilla de hechos desafortunados, llamé a mi amiga Cake, que vive en Brisbane con su marido (Cristóbal) y su guagua (la María, muy exquisita), para ver si podían recibirme apenas al día siguiente, jeje. Me dijeron que sí, muy buena onda, porque más encima, para ahorrar plata en el pasaje, llegué pasadas las 11 de la noche (es que los otros vuelos estaban carísimos). Y bacán, porque también era una visita que tenía muy planificada desde antes, y mejor hacerla ya, antes de instalarme (o de tratar de). Queda muy cerca de Sydney, 1 hora y 10 minutos en avión… casi una broma, sí, pero es que resulta que es más barato volar que ir en bus (o en tren) hasta allá (59 dólares contra 300), y además como mi amiga lleva viviendo en Australia hace un año ya, y todavía no le había tocado visita de amigas (aunque sí de la familia) me sabía una visita deseada e importante, jeje (gracias).

Lo pasamos chancho. Llegué justo la noche antes del Australian Day (el 18 australiano), el que luego pasamos en un parque tipo intercomunal, pero más grande, más limpio y con más instalaciones, haciendo una parrillada/picnic. Nos juntamos con otros chilenos, así que comimos choripanes, tomamos piscola, y lo único realmente aussie que hicimos (por así decirlo) fue comer muffins, jeje. Estaba lleno de gente allí, aussies incluidos, y todos muy ordenaditos, tanto que cuando llegó la tarde y partimos de vuelta para la casa… todo quedó como si nadie hubiera estado allí. A mí me llamó especialmente la atención cómo no hubo muchas actividades australianas para su día D. Yo me esperaba al menos un bailongo, algún disfraz, un poco de música… un poco de parafernalia, y ojalá hasta algún incidente con policías incluidos, jeje… pero las familias aussie que estaban allí, se remitieron a compartir serenamente el parque, los papás leyendo en sus sillas plegables, y los niños jugando en algo que me pareció que sonaba a silencio (heavy). Igual fome, para un dicharachero chileno promedio, como su servidora.

Pero a la vez Cristóbal tiene razón cuando dice que los chilenos metemos las patas. En los lugares de esparcimiento australianos se pueden usar todas las instalaciones… hay donde hacer asado, gratis (tienen hasta parrilla eléctrica), no hay que pagar nada, se puede llevar todo lo que uno quiera, y además – y eso es lo mejor de todo – no está el flaite que viene corriendo a cobrarte por absolutamente todo, incluyendo por “cuidar” el auto, el que luego no tiene reparos de romper a piedrazos si no le gustó el (aleatorio) monto. Y todo esto es porque el australiano promedio es un tipo ordenado y responsable, que no anda dejando la escoba, entonces se puede confiar en él. Se le pueden abrir los parques y otras instalaciones, porque resulta que no lo va a usar para actos violentos, para estafar al compatriota, y que más encima lo va a dejar limpio.

Si nosotros actuáramos igual, podríamos tener la misma experiencia, y tener nuestros parques llenos de gente gozándolos. La pregunta, entonces, podría ser, ¿cómo lo lograron los aussies? Nuestra teoría es que fue (en parte) por las multas exorbitantes que ponen por las cosas (multas que, a diferencia de nosotros, no pueden sacarse) (aunque en Chile hay que decir que cada vez es más difícil sacarse una multa), y no solo a nivel de parques, sino que en todas las áreas… Si alguien toma, aquí, por ejemplo, siendo menor de edad, se le cobra al que toma, al que le vendió, y al local… si alguien anda sin cinturón de seguridad, se le cobra al que no lo tiene puesto, pero también al que maneja… y esa responsabilidad compartida agiliza el proceso de la responsabilidad social, porque una cosa es que yo tuviera que pagar una multa por andar sin cinturón, por ejemplo, ¡pero qué plancha que tuviera que pagarla el que me llevó! Lo más probable es que al final yo pagara por los dos, pero igual quien me llevó tendría una mancha en su expediente. Entonces es brígido. Uno puede cargar con sus propios pecados, pero nadie quiere que otro cargue con los suyos.

Y lo encuentro bacán, que sean así, pero a la vez hay cosas que siguen impresionando a mi sangre latina, y es que los aussies a veces son tan civilizados que llegan a ser un poco robóticos. Por ejemplo, el otro día una señora se desmayó en la calle, ¡y no habían curiosos! Llegó la ayuda médica (muy rápido), ¡pero nadie estaba sapeando! Excepto yo, jeje, que por supuesto no me moví ni un centímetro hasta que se llevaron a la pobre señora, por pura viva curiosidad. Hasta habría preguntado qué le pasó, si no fuera porque sospecho que me hubieran creído media stalker, jaja. Después me quedé pensando en ella, tanto que ahora, días después, soy capaz de mencionarla en un blog internacional, jaja.

Y ahora vamos al tema de Brisbane (antes de que siga alargándome con discursos sociológicos). Brisbane es una ciudad que queda a la altura de Valdivia, y cuya vida gira en torno a un río, el Brisbane, ese que se desbordó en la inundación gigante que tomó los titulares unas semanas antes (aunque gran parte del desastre no fue meramente allí, sino en lugares adyacentes). El río tiene una forma graciosa y retorcida, con tal que pasa millones de veces, por un lado u otro, por la misma ciudad, y es una monada cómo de bien cuidadas y habilitadas tienen sus costaneras (un agrado caminarlas). La ciudad es de lo más accidentada, jaja, no tiene demasiado puentes (se movilizan por el Cat Cad, un barco/micro que lleva a los puntos de interés), y está llena de árboles, y de pasarelas, y de botecitos… aunque según mis amigos, los botecitos eran el doble, y el río mucho más clarito porque, claro, llegué justo cuando se acabó la inundación. A mí me tocó ver a un río gran bastante cafesoso… como el Calle Calle, de Valdivia... aunque igual se veía más limpio (el río Calle Calle es bien sospechoso).

Me pasearon harto, debo decir, aunque hubo cosas que estaban fuera de servicio, como la playa artificial o el mismo Cat Cad (si así se escribe). Todo por la inundación, de la que apenas están recuperándose… pero, sin querer hablar mal de Chile (pucha que lo he pelado, y eso que me encanta, jaja), es impresionante cómo apenas se nota. En Santiago mi casa queda al lado del Mapocho, con tal que nos pasan cosas como llenarnos de ratones (si no hay gatos) e inundarnos de vez en cuando… tengo, en especial, el recuerdo de unas que pasaron cuando chica, que nos hacían poner bolsas de arena en la entrada de la calle, y cómo luego de que el río volvió a su cauce, quedó ese olor mojado durante meses y quizá hasta años en todo el barrio. Pero acá no. En Brisbane ni se nota que hubo una inundación (si no me dicen, no lo creo). Según mis paseantes, es que todos colaboraron para limpiarlo lo antes posible (incluso los ciudadanos comunes), y que en ello contaban también con unas mangueras de altísima presión, que sacan la suciedad al instante. Y además se les dio un subsidio a los afectados, lo que contribuyó a que no hubiera la oleada (que yo me esperaba) de caras largas. Además, la Cake, me contó que en la tele, en el momento del incidente, las compañías de seguros aparecieron diciendo “vengan nomás a cobrar sus cosas, si perdieron el recibo no importa porque igual están en los sistemas”, jaja… cuando en Chile, en instantes como estos, los involucrados se borran de la faz de la Tierra… bueno, tomémoslo como crítica constructiva, jeje. Chilito. Ni cuando hay un desastre alcanzamos a verlo, en Australia. En cambio en Chile vemos desastres aún cuando no hay motivos para. Y ya, ahora sí me callo. En todo caso todo esto lo digo con cariño.

La cosa es que en Brisbane es como si no hubiera pasado nada (para ojos inexpertos como los míos), aunque sí es cierto que faltan muelles enteros. Sigue siendo un lugar alegre y seguro, aunque bien caro (pero porque mi amiga Cake vive en el Vitacura de Brisbane) (pero igual Australia es caro para un dicharachero servidor chileno promedio). Las micros allí también son bacanes, con aire acondicionado, y con micreros serviciales, que generalmente tienen ayudantes que son de lo más encantadores. Cuando con mi amiga salimos con la guagua, subieron el coche y habilitaron los asientos especiales, hasta con cara de chochera. Luego sapearon el idioma y se despidieron con un “chao amigos”, y cosas por el estilo, y es que a la gente le mata identificar el idioma de otros, les hace sentir que tienen don de mundos, jajaja. Es lo mismo que hacemos nosotros en Chile con los colados (o extranjeros, jaja), dicho sea de paso.

La Cake, Cristóbal, y los amigos de ellos, me llevaron a conocer el mundo diurno de Brisbane: el parque, el mirador, el centro (donde comimos un sushi increíble), y en el finde hasta me llevaron a la Gold Coast, donde conocimos múltiples playas, incluida la Surfers’ Paradise (la que, hay que decir, no brilla por sobre las demás, es el puro nombre). El Gold Coast es simplemente una gran costa, una playa interminable, que se divide según los ríos que la van cortando… y uno podría caminarla horas, o quizá hasta días enteros. De hecho, yo misma salí en corta caminata, que luego casi abduce mi tarde completa (y la de mis amigos, varados esperándome). Todo allí me pareció lindo y distinto, aunque creo que en parte porque, dentro de Australia mismo, he estado en lugares muy diferentes. Sin embargo, debo decir que, hasta ahora, no he visto ninguna playa en Australia que me quite el sueño. Absolutamente ninguna. No se comparan con las humildes y casuales que hay en Brasil, por ejemplo, aunque cada una tiene su encanto (y las de Chile, aunque más oscuras, son preciosas también). Tal vez con la excepción de algunas chiquiturris y tropicales que vi en Cairns… pero que tampoco eran muy bañables, porque eran bajitas, calientes, y llenas de corales, y de peces mordelones, y aquí es cuando podría ponerme a hablar de publicidad (de cómo se venden los países)… pero mejor lo dejamos para otro día. En todo caso, que no se crea que con eso pretendo insinuar que Australia no es lindo, porque ¡lo es! pero hay otros lugares que son muy lindos, también, y los descuidan, o nadie los conoce, o las dos cosas al mismo tiempo.

En fin, para el mundo nocturno de Brisbane tuve a Felipe, otro chileno que también conozco de antes, y que está aquí de estudiante (con el que coincidimos en el vuelo de ida). Una tarde-noche fuimos al centro, el cual caminamos casi entero, mirando los edificios llenos de luces, y hasta pasando por la enorme rueda de Chicago (a la que no pude convencerlo de subirse, jaja), y terminamos comiendo y tomando en un lugar llamado the Beach House, que no tenía ninguna playa ni relativamente cerca (Brisbane tiene río, no playa, aunque hay algunas cerca). Suponía ser muy taquilla, pero estaba medio desierto, aunque nos tocó escuchar a una tipa que le dio a los Guns and Roses como una verdadera rockera. Tuvimos una noche agradable, conversando al son de un buen pitcher (o como se llame aquí) y unos buenos nachos, cual carrete cualquiera de Santiago, y otra noche continuamos el carrete en una fiesta en la casa de unos compañerines suyos, que bailoteaban al ritmo de Justin Bieber (que es bueno, admitámoslo)… un evento muy multicolor, porque había gente de todas las razas y edades (dentro de cierto rango, claro), y en especial estaba lleno de asiáticos (o tal vez es que llamaron mi atención). Muy entretenido, y es que algo bacán de interactuar con gente de viaje, es que la mayoría son amistosos y abiertos, y entonces surgen conversaciones especialmente interesantes. La mayoría quiere aprender, no dictar cátedra… aunque, claro, todos tenemos nuestro glorioso momento de cátedra.

Y así se me escurrieron los días. Me despedí de Brisbane feliz de la experiencia compartida… de encontrarme con gente conocida y querida, y además de – debo admitir – pasar ciertos días con cierto lujo, jeje. En la casa de la Cake NO PODÍA CREER que tuviera una PIEZA entera para mí sola (me dejaron la suya, y se fueron a dormir con la guagua, top),..y la posibilidad de desempacar un poco sin que me pisotearan las cosas... ¡y el confort doble hoja!… jaja… (más encima con dibujitos)… se me había olvidado lo que era, tanto que la primera vez que saqué un poco, pensé que se había pegado… lo que es vivir en el hacinamiento. Hasta bailé un poco dentro del depto de mi amiga, por el mero placer que me provocó poder caminar algunos pasos sin chocar con alguna pared poco amistosa… jajaja… lo que es el tener espacio. Ahora entiendo a los asiáticos que se desbandan sacando fotos de los espacios extensos y vacíos, como en el sur de Chile, jaja. Y luego hasta lavé ropa, con LAVADORA. Mi corazón cantaba, jaja. Además, tienen guagua, con el gozo que me produce apachurrar a alguna incauta.. y ésta salió tan rica,.. dejándose, todas las veces, y siempre sonriendo de vuelta. Awww.

Y así fue como volví a Sydney reloaded.



"Noo, pásame la cámara", foto casual (pero de verdad).


Amiguetes.



Awwww.



Chocheando.



Gone with the flood.



Cake y María en momento de desazón.



La Cake y yo reflejada en sus anteojos, jaja.



Mirones.



Haciendo deporte con el Ipod, como cualquier hijo de vecino.




Puente de... pucha, se me olvidó el nombre, pero es bien lindo.



Rueda de Chicago y museo junto al río.



Iguana gigante peluseando en medio de la vereda.



Foto casual con amigos y guagua en la micro (ojo con que yo estoy transpirando factor solar, jaja).




Sushis gigantes y baratísimos (acá ya nos quedaba solo la mitad) (¡el mío era de langosta!).



Lavando la playa artificial post flood (inundación).



Solidaridad.



Panorámica de Brisbane, desde un paso nivel.



Comiendo churrascos con la colada y el vecinillo, Héctor.



Con Felipe partuzeando donde los compañerines.



Mochilero pensativo en la Gold Coast.



Con la Cake y la María en Surfers' Paradise



Picnic en Coolangatta.



Gente surfeando con los edificios de testigo.



Las chiquillas dándole al volley.



Las pisadas en la arena.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Maria Paz de la Mercedes, me he divertido muchísimo con tu descripcion de la Australia tan lejana para nosotros. No puedo esperar que llegues a ver a nuestro tio a Hong KOng para ver que sale de eso.....
besososo

Mich

Flor Casual dijo...

que buenos relatos, como me gustaría escuchar las impresiones de Gagaju!!... muy majadera?
xxx keep up the good work!! xxx

Unknown dijo...

Buenísimos tus blogs María Paz, me he reído muchísimo con ellos, especialmente con tu copucha de la sra desmayada, tan chilensis, yo tambien me habría quedado mirando ja ja, sigue escribiendo para saber de tus andanzas. Un abrazo y un beso y s{iguelo pasando chancho
Astrid

galgata dijo...

Gracias por sus comments!

1. Si voy a HK lo tengo muy presente! De hecho, ya quiero escribirle pa ir preparando el terreo jeje.

2. Majadera!!

3. Jajajaja.

Unknown dijo...

Buena mery...sigo atenta tus blogs....
Sigue disfrutando...
Un abrazo
Mane

Fer dijo...

Hey! está re bueno tu blog! quería terminar de leerlo entero para escribir, pero siempre me quedo con comentarios no escritos, así que filo, te escribo no más jaja
la parte de la sra desmayada fue muy chistosa jajaja
hum ah! la cosa es que yo estoy en new zealand y bueno, quería quedarme aquí para toda la vida, pero ya se me pasaron un poco las ganas entonces ahora me quiero ir a oz, no porque me llame tanto la atención, pero ahí tenemos visa así que bue, para allá me voy (espero que me la den sip!)
bueno mija, saludos

galgata dijo...

Hola Fer! Qué rico estar en NZ, yo estuve allí también, todavía tengo que escribir de eso!

Ojalá te vaya bien en Aus! A mí tampoco me convencía demasiado, fui más por las circunstancias, pero luego me encantó :D