Mostrando entradas con la etiqueta Agnes Water. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Agnes Water. Mostrar todas las entradas

miércoles, 8 de junio de 2011

Qué lindo que es viajar.

Bien, así que acá estoy, haciendo hora para mi vuelo a… Nueva Zelanda, ¡sí! Mis planes cambiaron otra vez, pero esta vez son bastante definitivos. Llevo poco más de 6 meses en Australia y alrededores, y lo he pasado chancho, pero estoy cansada, corta de plata, y he logrado ya todo lo que quería. Así que, decidí volverme a Chile, a mediados de julio… después de pasar por Nueva Zelanda y por algunos lugares básicos australianos que todavía me quedan, a la vuelta de eso. Las Filipinas quedan temporalmente eliminadas en esta vuelta porque, voluntariado y todo, son mínimo 1500 dólares entre el puro pasaje y el alojamiento, y los países exóticos, puedo hacerlos en el verano… trabajar el segundo semestre en Chile, pagar deudas, juntar plata nueva, y luego reencontrarme con mi amiga Anne que quiere ir ¡a los mismos! Y justo en los meses que coincidirían conmigo, y viajar sola un poco también, o con quien sea que se anime y sea relajado y simpático.

Y ahora estoy partiendo a Nueva Zelandia, y estoy feliz pero también triste porque resulta que a estas alturas… AMO AUSTRALIA, y me da pena dejarlo aunque sea por un rato, porque me recuerda a que luego lo dejaré por mucho más que eso… y es que este lugar se me ha hecho querer. Cada vez que pienso en cómo han sido estos meses, se me hincha el corazón. Ha sido absolutamente maravilloso. En ocasiones, la experiencia me ha comido con zapatos, pero en general… ha sido totalmente refrescante y totalmente… otra vez, maravilloso, tanto que hasta la comida con zapatos ha sido un poco divertida. He visto lugares tan lindos (aunque todavía no veo canguros) (excepto muertos), conocido tantas realidades y además y muy importante, por algún motivo, acá todo el mundo me quiere. En Chile no siempre me pasa así, muy seguido asusto a la gente, o soy malinterpretada, o qué sé yo… pero acá me ha pasado que simplemente me quieren, tal como soy, y que me quieren mucho. Nunca en la vida he sido tan popular como ahora… tal vez sea una cosa de mera casualidad o de circunstancias, o algo nacido del hecho de que esto igual es pasajero… pero así ha sido y me ha encantado vivirlo. No tengo que dar explicaciones sobre cómo soy, ni que hacer nada para ser apreciada… excepto ser yo misma. Eso ha sido un bálsamo para muchas más heridas de las que podría nombrar, y además una oportunidad de experimentar mi propia persona de nuevas maneras… a través la ventana de la incertidumbre… y es que en donde nadie la conoce a una, una puede reinventarse, y lo mejor de todo es que todos esos espacios que uno ve nacer o renacer en sí misma… siempre fueron reales. No es algo que uno dice, o se dice: es parte de uno. Por algo pueden salir a la luz: porque existen.

Saliendo de lo abstracto y metafísico, mi viaje a la costa este estuvo bacán. En el post anterior creo que quedamos en Agnes Water / 1770 (que es lo mismo)… una playita ridícula en un lugar precioso, otra vez casi vacía, de gente. Es un lugar al que recomiendo mucho ir, porque está lleno de actividades distintas y a un precio muy barato, barato incluso para países no australianos… clases de surf, por ejemplo, a 17 dólares las 3 horas. Hay paseos en moto en donde uno ve canguros, paseos en bici eléctrica por el parque nacional, paseos en kayak al mar al atardecer a ver delfines, surfing, kitesurfing, y mi amiga Anne… hasta manejó ¡una avioneta! ¡sobre el mar! en otro de los toures. Aparte está algo llamado “the outcast experience” o algo así, que viene a ser como “la experiencia de los exiliados”, y es un paseo en donde uno se va con unas 15 personas a una isla en medio de la nada… el guía te deja en la isla y se va, ¡y uno vive ese día completo alejado en la nada! Es como Fraser, pero infinitamente más barato, y sin la manada de dingos come-cosas. O sea, hay dingos, pero no están acostumbrados a la gente así que se esconden, y el mar no tiene tiburones, sino delfines. Choro, ¿cierto? Una experiencia.

Pero en Agnes Water yo no hice nada. Nada de nada. Nada. No sé qué fue, si el acumulado de tantas cosas, o cierto cansancio general, pero estuve totalmente agotada y apenas pude convencerme a mí misma de salir de la hamaca. Es más, ni siquiera pude convencerme de leer dentro de la hamaca, porque a la hora de tomar el libro me quedaba prácticamente mirando el cielo con la boca abierta. Lo gracioso (y aliviador) es que la mayoría de la gente estaba igual… personas que también estaban haciendo la costa este, y que se quedaron allí a descansar un rato. Es comprensible, porque el lugar es baratísimo… pero ¡había tantos paseos! Y yo simplemente fui incapaz de usarlos… En vez de andar afuera haciendo historia (o casi, jaja), pasé tardes enteras viendo maratones de “Sex and the City” con la otra gente del hostal, especialmente las chiquillas. Apenas me podía mi cuerpo, mientras la Anne vivía en estado de excitación, haciendo cuanta actividad había y llegando todos los días a las 3 de la mañana. Cuando la veía laparecer toda radiante, sentía como si yo tuviera 150 años de edad y solo pudiera admirar la jovialidad de los demás, mientras a mí ya se me había acabado. Solo podía soñar, con esa gloria previa, de tener energía para hacer cosas.

Pero resucité luego de eso, solo que en el lugar siguiente… Airlie Beach, en donde pasé mi cumples número 30, que estuvo ¡tan bueno! Las 12 las pasé en el bus desde Agnes hasta allá, y la Anne me cantó y me dio un picnic de sorpresa (chocolatín, Coca Zero) a las 12:00:01, con tal que los compañerines de bus de unieron… ¡y luego algunos de ellos hasta me compraron regalos en la estación de servicio! (la solidaridad del viajero). Después, tipo 7 de la mañana llegamos a Airlie, en donde la Anne me cantó de nuevo, esta vez con una torta y con desayuno cumpleañero… como estábamos solo las dos, tuve que unirme al cántico (“happy birthday to me”), pero ahí otra vez vivimos la solidaridad del viajero… ya que terminamos con un grupete digno de banda sonora. Y de ahí en la noche, luego de siestas varias, salimos a carretear con la Kristine, también, una amiga de Estados Unidos que conocimos en Agnes Waters. Queríamos salir a comer a un lugar muy pro, ya que 30 es un número redondo, pero se nos pasó la hora y terminamos muy producidas en el McDonalds, antes de salir bailar por allí… Y después, a la mañana siguiente ¡en Chile seguía siendo mi cumpleaños! El más largo de mi vida, jaja… y de allí recibí hartos mails simpaticones, y saludos amables, aunque hubo gente matea que hasta me felicitó en el tiempo australiano, no chileno, y algunos hasta me hicieron llorar.

Airlie Beach, a su vez, un lugar precioso… pero no realmente una playa (bañable). Queda a medio camino entre Brisbane y Cairns, y a esa altura pasa que hay más animales venenosos en el mar, y por ende, más piscinas (o “lagoons”) y menos chapoteo en playas abiertas… Hay, todavía, de esas playas, incluso cerca de Cairns, pero mientras más al norte se va, más difícil es encontrarlas, y además, debido a la barrera de corales, en el norte de Australia casi no hay olas en ellas En Agnes Water, destino anterior, es el último lugar donde todavía se puede surfear.

Pero las playas que Airlie no tiene, están de sobra en las islas de los Whitsundays, archipiélago en donde fuimos a navegar. Bookeamos un tour, tres días y dos noches, en el Clippard, el barco carretero. Hay muchos más, pero fuimos a ese, porque la Anne realmente quería ir, y yo dije "bueno, ya". Tuve un poco de miedo, porque pensé que iba a ser un lugar copado de adolescentes vomitando por la borda… pero la gente era de todas las edades, diversa en todo aspecto, y también simpática. Conocimos playas, snorkeleamos, buceé, delfines bailotearon una noche antera alrededor del barco, y en el proceso hicimos varios amigos nuevos... conversando en el jacuzzi (jeje), tirándonos por el refalín o lo que sea, y como casi todos están haciendo la misma ruta, a varios de ellos los seguimos viendo a lo largo del camino.

Luego del barco, volvimos a Airlie, que es de donde zarpa. Nos quedamos un par de días más allí, buscando trabajo ya, dado que el próximo destino era Cairns, final del viaje. Entonces conocí a un alemán con el que pinché, que me llevó a pasear por ahí y por allá, por lo que me quedé aún tres días más mientras la Anne partió a Cairns a agilizar la búsqueda. Quedarse en Airlie me encantó porque es tan verde y tropical, y en cualquier momento uno ve iguanas gigantes, o unos pavos, o pájaros de todos colores merodeando alrededor de uno… además me llevaron a ver unas cataratas lindas, y también me tocó una cabaña con gente muy amorosa, entre ellas la Keira y la Hilary, dos norteamericanas, con quien salimos en las tardes a hacer “speed walking”, y moviendo los brazos como lo hacen las señoras mayores, jaja.

De ahí llegué a Cairns, justo a tiempo para el cumples de la Anne. Otra vez torta, y bailongo, pero en Cairns ya con el fin de las vacas, no hicimos más paseos ni nos relajamos demasiado… sino que pasamos días completos caminando alrededor de la ciudad, con más de 30 grados de temperatura, repartiendo currículums y hablando con gente. Fueron días largos y aburridos, aunque menos aburridos por el hecho de que íbamos juntas y de que nos entreteníamos en eso, haciendo pequeños breaks de agua o helados.

A los pocos días, la Anne encontró una pega bacán. En una isla paradisíaca, al norte, casi en Papúa Nueva Guinea: Horn Island (jaja). De barwoman, mil dólares a la semana y dos días libres en cada una. Espectacular, pero mínimo tres meses y sin cupo para mí. Por eso, seguimos buscando algo juntas un rato más, pero no pasó mucho antes de que me diera cuenta de que yo no estaba realmente motivada con trabajar tanto más, aquí, así que la Anne aceptó la pega y se fue, en menos de dos días. A ambas nos cargan las despedidas, así que nos evitamos en esos últimos dos días, porque nos daba pena vernos, jaja, pero la despedida fue terrible de todas maneras, llorando en la calle con la gente mirando, y es que una se emociona, cuando comparte con tanta intensidad experiencias que la hermanan a una con la gente… aunque antes de ese evento lloroso fuimos a un karaoke, y yo canté, y ella se puso a bailar con unos aborígenes para darme cuore y ése es el recuerdo que me llevo, aunque cuando pienso en él me dan ganas de llorar de nuevo (sensible que es una)... pero las bienvenidas y despedidas son parte de los viajes, y también de la vida misma.

Luego de eso me quedé todavía unos cinco días más, en Cairns. No estaba segura todavía de qué hacer con mi propio viaje, hasta que decidí lo que dije al principio del blog. Antes de decidirme, seguí buscando pega, pero pegas que no fueran tan largas, sino que para un mes o algo así, lo que dificultó la búsqueda. Pero además de eso, estuve con otros amigos que conocí a lo largo del viaje a la costa este, y disfrutando la “lagoon”. Escribí un montón de mails pendientes, y de postales, y debo decir que le di mucho a la vida social. Es que algo bueno que tiene Cairns, y sin querer ser discriminativa, es que hay mucha más gente de mi edad que en otros lados, y eso hace que me sea más fácil conectarme con la gente. Y una vez que decidí irme a Chile en julio, y a Nueva Zelanda ahora, dejé la búsqueda laboral, y pasé a puramente disfrutar Cairns y hasta tomé un tour para ir a bucear… ahora que tengo la licencia certificada, ejeje. Muy lindo, estaba el pez Napoleón, gigante y azul, que la persigue a una para que le haga cariño, como a un perro, y había corales de colores, y el agua estaba celeste y caliente.

Y ahora estoy ya en Nueva Zelanda, en donde probablemente perderé el tono fascinante jeje (me vieran). Cuando empecé este post, estaba partiendo hacia acá, pero ahora ya llegué, y estaba esperando a que amaneciera para ir a buscar backpacker, ¡cosa que acaba de pasar! (llegué a las 5 de la mañana y ya son las 7). Y tengo que decir que ya empezamos bien cuando fui a sacar plata del ATM y mis dólares australianos se multiplicaron (el neozelandés es mucho más barato)… aunque todavía no he visto nada, ¡nada! Solo la multiplicación de los dólares, jaja.

Así que a cachar el mote voy ahora… por eso, hasta la próxima, queridos. Tengo tantas cosas más que comentar, de lo que ha sido todo esto, ¡tantas, tantas! Pero en general me come la máquina. Más adelante, quizás cuando me vuelva, voy a hacer un último post con comentarios generales que he ido acumulando a lo largo de todo este tiempo, ejalé. Tengo muuuucho que decir, jajaja, así que prepárense. ¡Tanto, tanto que comentar y decir! pero todavía estoy en medio de la experiencia pura.



Agnes Waters / 1770 (1770 llamada así en honor al aniversario de la venida del capitán Cook... le pusieron así en 1970, antes se llamaba "Round Hill").



Cocinando con la Anne.



Perrín durmiendo en la sala común (donde fue la maratón de Sex and the City).



¡Mi desayuno de cumples! Llegando a Airlie.



Sala de wi fr gratis.



Optimistas colgando su ropa en medio del clima tropical.



Concurso de baile en el barco carretero (Clippard).



Cangrejito.



Whitsundays.



Panorámica de los Whitsundays.



Snorkelleando con peces gigantes.



Paparazzeada.



Una mañana cualquiera.



Cascadas Cedar.



Roomates en Airlie.



Chiquillas on fire.



Tarde celeste en Cairns.



Iglesia linda.



Flyer choro (y estuvo lleno de Wallys esa noche).


Pajarillos al atardecer.



La laguna artificial de Cairns.



Barmans buenmozos.



De partuza con las roomates.



Show en el día de los aborígenes.



Gente gozando la "laguna".



Pa que vean que no exagero con los precios australianos...




¡Así es el invierno en Cairns!



Mensajes de aliento en maratón.



En la gran barrera de corales.

jueves, 19 de mayo de 2011

De parranda

Estas últimas semanas han sido de total aventura. Con mi amiga Anne estamos haciendo uno de los viajes típicos que se hacen en Australia: el de subir por la costa desde Brisbane hasta Cairns, pasando por todas las atracciones posibles y lugares de playa o de carrete. Lo gracioso es que ninguna de las dos se sentía especialmente atraída por esa ruta, pero fuimos solo porque se nos dio… es que es lo más cercano, es lindo, todo el mundo lo hace, e igual ambas queríamos llegar a Cairns… para bucear y también trabajar, ya no en el campo, sino de barwoman o lo que sea, por un mes o algo así antes de seguir, cada una a sus respectivos destinos, todavía en discusión.

En el camino y como siempre, los planes han cambiado millones de veces, y no solo para mí, sino que también para ella. Por ejemplo, al principio solo íbamos a viajar juntas dos semanas, pero luego decidimos seguir hasta Cairns y tal vez más. Queríamos trabajar, también, en la mitad, pero luego decidimos disfrutar estas vacaciones como tales y una vez en Cairns, volver al ruedo laboral o lo que sea, porque allá hay más diversidad de oportunidades y ninguna quiere volver al campo. Ningún cambio de opinión nos causa mayor drama, porque las dos somos igual de relajadas, estamos dispuestas a negociar (quien no negocia suele quedar con resentimientos), y las dos somos muy independientes… a veces no nos vemos en el día completo, mientras otras veces lo pasamos entero juntas. Y entremedio hemos viajado con otras personas también, lo que ha sido muy choro, y diverso.

La verdad es que estoy feliz viajando con la Anne. Se ha convertido en mi amiga, y yo en la suya. Conversamos harto, nos entendemos bien, nos reímos ene juntas, nos acompañamos, y además están los beneficios extra de viajar acompañada, como pagar menos en alojamiento, en toures, en comida (nos damos la lata de cocinar), o algo tan simple pero tan importante como lo que es, al llegar a una parte, poder dejar a una con las mochilas en la calle, y partir la otra a cotizar los distintos alojamientos. Se consiguen mejores cosas y de mejor ánimo, sin sentir los pies atados por una mochila – en mi caso – gigante… aunque ya no tan gigante porque, entre tanto traqueteo, he ido dejando atrás una chorrera de cosas, como una especie de Hansel y Gretel moderno.

En fin, volviendo al viaje, la Anne y yo lo empezamos desde Stanthorpe, donde estaba nuestro campo, y decidimos irnos a dedo a Brisbane (a 200 y algo kilómetros). Hacer dedo allí en general es fácil, porque la carretera queda cerca, y además como es un pueblo chico, uno conoce a muchas personas allí. Lo inconveniente fue que partimos un sábado de un fin de semana largo, que incluía hasta el lunes, entonces ya casi toda la gente se había ido, así que tuvimos que hacer dedo desde la carretera chica, hasta la grande, a ver si teníamos más suerte allí.

No la tuvimos. Los pacos nos vieron y ¡nos llevaron de vuelta a la casa! Logramos evitar la multa (es ilegal hacer dedo aquí), porque eran jóvenes y algo dados al flirteo, pero fue un poco tragicómico volver con la cola entre las piernas, cuando todo el mundo nos hacía ya carreteando en la gran ciudad, y cuando todos se habían más que despedido, y obvio que igual se rieron de nosotros cuando volvieron a vernos, jeje. Pero fuimos porfiadas y partimos de nuevo, y entonces sí nos fue bien… nos llevó un francés, Rène, ex chef, de unos 60 años, que nos dejó en un pueblo que quedaba solo a 30 kilómetros de Brisbane y que tenía tren hacia él… con tal que a la noche ya estábamos instaladas en la meta, felices, ¡justo a tiempo! Porque más encima era sábado, y el día de la reina holandesa, fecha crucial para la Anne, nativa del lugar.

Ah… la partida del campo fue tan deseada y a la vez tan radical. Un día sumergidas en la quietud del trabajo agrícola, y a la noche siguiente celebrando el día holandés, en un bar copado de gente, en medio de la polis, siendo otra vez parte de la acción. Una noche graciosa, toda la gente vestida de naranjo, cantando canciones en un idioma (para mí) desconocido y siendo muy amistosos, invitando cervezas como si se les fuera la vida, y como diciendo “bienvenidas, queridas, a la ciudad”.

Brisbane se convirtió en un punto de encuentro también. Estuve con distintos amigos chilenos que viven allí (uno de ellos hasta dio alojamiento), y además me encontré con un irlandés que fue mi roomate en Sydney, y con una brasilera que fue también mi roomate, en uno de los campos… ah, es tan raro encontrarse con quienes han sido parte de la novedad australiana, y darse cuenta de que luego de conocerlos ya ha pasado tanto más y que una tiene tanto aún más nuevo que compartir y contarse… que la rueda ha seguido girando, todo el tiempo. Y bueno, en Brisbane también nos juntamos con una amiga coreana, la Hyewun, con la que viajamos hasta el siguiente pueblo, Noosa. Luego ella tuvo que irse a trabajar a Darwin, pero fue muy buena compañía en el fragmento que compartimos.

Qué puedo decir. Me encantó volver a la civilización… volví a sentirme conectada y viva, luego de podrirme en medio de la nada. Que no se me malinterprete: estar en el campo es muy lindo, pero luego de tanto tiempo de aislamiento... puede causar cierta locura. Yo nunca he sido mucho una chica de ciudad pero igual quise llorar cuando volví a ver gente, y tiendas, cierto bullicio, y noción de movimiento… de que algo más estaba pasando que el mero crecimiento de las manzanas, o los tomates… ah, qué felicidad. No en vano, cuando con la Anne todavía estábamos en Stanthorpe una vez fuimos a dedo por el día a Toowoomba, ciudad a más de 200 kilómetros, solo para ver algún puñado de vida urbana. El inicio de nuestra amistad, dicho sea de paso.

Y Brisbane como ciudad me gustó mucho más que la primera vez en que estuve allí, en enero. Tal vez porque entonces fui justo después de la gran inundación, y todo estaba más o menos cerrado, y el río sucio, y etcétera, etcétera. Además, entonces todavía estaba llegando a Australia, y aún no ganaba ni un peso, entonces todo me pareció extremadamente caro… pero ahora lo sentí diferente. Estuve tan aliviada y feliz de estar allí, y más encima me tocaron eventos. No solo fue el día de la reina holandesa, sino que también el cumpleaños de Buda, lo que provocó una gran feria asiática junto al río… buena comida, buenos conciertos, un templo en donde uno podía bañar estatuas de Buda, y hasta fuegos artificiales. Me encantó. Y también hicimos un poco de shopping, y pasamos una tarde comiendo sushi y tomando vino, en el parque, cual adolescentes, y en la noche a cachar qué onda los locales supuestamente guau, y también los no tanto. Back to the city, baby!

Y de Brisbane, a Noosa. Ahí nos fuimos en bus, porque tres haciendo dedo es mucho, y además es difícil hacerlo desde la ciudad. Noosa, un pueblito lindo y muy peloláis, con playa y con río, y todo verde, tropical y a la vez templado de tanta vegetación. La Anne y la Hyewon tomaron clases de surf allí, pero yo estuve enferma así que me quedé fermentando el primer día completo. Luego la Hyewon se fue, pero nos juntamos con la Debbie, otra holandesa que también trabajó en Stanthorpe, y salimos a bailar las tres. Todo divertido, agradable y en cierto modo, tan distinto. De una disco nos fuimos a otra, y conocimos un montón de gente, y bailamos hasta que cerraron todos los locales. Yo al principio me solté con todo el movimiento latino, pero mis compañeras holandesas se rieron a gritos, según ellas porque “les hacía feliz verme bailar”, pero el argumento me pareció tan sospechoso que me inhibí y terminé bailando moderadamente… hasta la próxima vez, jeje, y es que la música estaba espectacular… pero creo que lo que en general hizo a esa salida tan bacán, fue el vernos a nosotras mismas en una parada tan vacacional, luego de haber trabajado tan duro, y compartir ese momento de gloria juntas… Sabíamos dónde habíamos estado, y vivir ese bailongo… era más que justo, casi una necesidad vital.

Yendo al aspecto meramente turístico, lo que yo más recomiendo de Noosa es el parque nacional. Es gratis y tiene senderos de todo tipo. Es una preciosura, muy distinto un sendero del otro, y además uno ve koalas, y árboles y pájaros que parecen de la prehistoria… es que Australia tiene una flora y una fauna muy primitiva, de las más primitivas de la Tierra. Además de ese parque, Noosa tiene unos paseos en el lado del río, y no solo en el lado de la playa, que es el paseo típico. Caro, sí, en general puede ser… pero no mucho más que los otros lugares, y además es una monada, aunque en su pequeñez, tiene de todo, y es que si uno pusiera a Noosa en Chile sería un lugar muy chiquiturri, pero en Australia no es tan chico…y es que Australia en general está tan vacía (en relación a nosotros). Ni las grandes ciudades tienen tanta gente. Sydney es grande, pero ni siquiera tanto, y otras ciudades importantes parecen apenas Temuco o Valdivia y si es que. En todas partes hay descampado, lo que es muy agradable para relajar la mente… pero a la vez uno no puede esperar encontrarse a más de 20 pelagatos en una playa no masiva, o tener señal de internet o de celular en muchas pero muchas partes (al menos con Vodafone, NO compren Vodafone si vienen). Bueno, tal vez no puede esperarse más de un país que es del porte de Brasil y que tiene apenas 30 millones de habitantes (según me dijeron unos aussie, hay que usar San Google para verificar), aunque la poca densidad poblacional no justifica que tengan tan malas telecomunicaciones. Hay algunas cosas en las que los australianos están muy atrasados, hay que decir. Podría enumerar varias, pero da para otro posts completo (y tiene cosas muy avanzadas también).

En fin, luego de Noosa, yo me fui a Gagaju, un campamento que mi prima Flora me recomendó, y al cual insistió que tenía que ir. Es básicamente un campamento en medio de la nada, así que la Anne se dio en escampida, jaja, y fui sola, y tengo que decir que igual me gustó. Fue algo diferente y además baratísimo. Una aventura. Solo estuve dos noches, y habían varios paseos en canoa por un río que no hice, porque seguía un poco enferma… pero esos tres días me los pasé compartiendo con gente, tocando guitarra al lado de una fogata, o viendo películas todos juntos en unos exquisitos sillones de cueros, en un total descanso mental. Es muy rústico, eso sí, tanto que las camas de la pieza compartida en realidad eran hamacas, y tanto que la cocina no tenía ni tetera eléctrica ni microonda… pero interesante de vivir. Además, sí, yo quería seguir las huellas de felicidad de mi prima, a ver si en cierto modo se convertían también en las mías. Encontré, también, que era lo mínimo, pasar a saludar el lugar si el lugar había ido tan especial para ella.

De ahí volví a Noosa por un día y una noche, y conocí a unos alemanes simpaticones que me llevaron a pasear por más parques del sector. Y después partí a Rainbow Beach, en donde volví a juntarme con la Anne. Rainbow Beach, otro lugar lindo, y absolutamente remoto, con solo un par de “supermercados” carísimos, y otra vez sin señal de celular ni de nada. La playa es larguísima y agradable, con hartos cerros de dunas que recuerdan a las playas chilenas… una arena amarillenta y siempre pájaros tropicales por todos lados, pero aunque es linda yo agradable no tiene nada especialmente interesante. Si uno va de pasada, bien, pero ir solo por ella… hay playas como esa en muchas partes, y encuentro que no vale la pena como para hacer un desvío. No sé, a veces pienso que a los extranjeros les impresiona tanto lugares así porque no viven en un país con tanto mar como es Chile, porque Chile en él tiene unas playas tan lindas que… no es tan fácil impresionarla a una.

Lo interesante de Rainbow Beach, y otro motivo por el cual es un punto importante, es que ahí es donde se aloja para ir a Fraser Island, una parada típica en este viaje por la costa este. La isla Fraser es la isla de arena más grande del mundo, aproximadamente 140 kilómetros de playa interminable (creo, no estoy segura, y perdí el flyer). Igual no era un paseo que a mí me tincara especialmente, porque con esa explicación no suena más que como un gran puñado de arena, pero cedí porque es parte del recorrido y si todo el mundo ha ido… bueno, vayamos con el flujo, aunque es un flujo recaro. Más de 300 dólares.

Bien, el paseo me gustó pero en ningún caso vale lo que hay que pagar por él. Está bien organizado, y es entretenido porque uno va con harta gente. Se va a la isla en jeeps 4x4, en grupos de a ocho y todos los que tenemos licencia de nuestro país podemos turnarnos en manejar (¡yo lo hice también!). Se aloja dos noches en carpa, todos en un gran campamento, y durante el día nos llevan a lugares lindos dentro de la isla, que es un parque nacional… lagunas preciosas, con peces gigantes, o alguna playa con una piscina natural, y etcétera, y sin duda es interesante de ver, pero… ¿por más de 300 dólares? No sé. Otra vez, hay más lugares lindos en el mundo… y una isla en donde uno no se puede bañar en el mar porque hay tiburones, ni salir a pasear porque hay dingos… no la convierte en mi favorito. Y los dingos (perros salvajes) son lindos, y parece que no atacan a nadie, pero igual son complicados y quitan cierta libertad… vienen en manada constantemente al campamento y se roban las cosas… a mí me robaron mi cartera (pero la recuperamos) y casi me roban las zapatillas cuando me las saqué para ir a lavar los platos en el mar.

Y ésa es otra cosa, lo charcha del tour y parece que en todas las agencias es igual (ahí es cuando digo que Australia no es tan desarrollado). Dormir en carpa está bien, pero ni siquiera nos dieron un saco de dormir, o una almohada, o una sábana… aunque la parte mala clase encuentro que no viene allí, sino que en el hecho de que los jefes de campamento armaron unos baños que eran de mentira, “pretend toilets”… ¡que son solo una carpa con forma de, y sin nada adentro! ¿Y por qué?, preguntarán ustedes. Bueno, porque por ley cada grupo tiene que venir con un baño desechable, y los guardias de la isla lo vigilan, pero en realidad vamos en los matorrales… Ah, yo lo encontré tan picante, que más encima los jefes nos explicaran el asunto para no delatarlos con los guardias, sin siquiera preguntarnos qué opinábamos al respecto, dando por hecho que vamos a cubrirlos, muuuy picantes, y no lo digo por no tener el baño (prefiero ir a los matorrales que a los químicos), ¡sino que por el modo descarado de llevarlo a cabo! ¿Para eso uno paga más de 300 dólares? Y MÁS ENCIMA (me siento como el abuelo Simpson, jaja), en el campamento no se puede hacer fogata… ¿y qué tipo de campings no tienen fogatas? Los de mentira, opino. Charchísima. Un “pretend” camping, casi.

Así que no me pareció tan bacán el tour en la isla Fraser. La idea es buena, y hasta romántica, pasar algunos días totalmente desconectados en una isla desierta, que tampoco tiene ningún tipo de señal, aunque sí un pequeño supermercado en donde venden comida y cosas (por supuesto, carísimo, pero las islas siempre son más caras)… La idea es agradable, y distinta, y buena en teoría, pero en la práctica… no poder bañarse, ni salir a pasear, ni tener siquiera una fogata… charcha, opino, y quizá podría arreglarse un poco si los jefes hicieran alguna especie de cosa social para conectarnos con las otras personas allí, pero no hicieron absolutamente ninguna actividad recreativa, por lo que básicamente nos limitamos con conversar con los de nuestro grupo y con los más amistosos de los de al lado.

De todos modos (y aunque no lo parezca, jaja), me lo pasé bien, y la Anne también, y llegamos agotadas de vuelta a Rainbow, aunque un poco amargadas porque el plan de entonces era seguir a Bundaberg, y de allí trabajar una semana o dos, antes de seguir al norte al resto del carrete. Así, tuvimos una última noche agradable en Rainbow, en donde fuimos a una fogata a un carrete de la zona (ahí se puede porque no es parque nacional), y a la mañana siguiente decidimos irnos a dedo a Bundaberg porque son solo 200 kilómetros.

Casi tuvimos que quedarnos un día más en Rainbow porque haciendo dedo perdimos el bus, y luego nadie nos llevaba… pero cuando estábamos por irnos, todas desmoralizadas a hacer el check in para una noche más, y a bookear el bus, llegaron la Andrea y la Mayu, una suiza y una japonesa que también están viajando juntas, y nos contaron que iban hacia el norte también, y nos ofrecieron espacio en su auto. Así que nos fuimos con ellas, y hasta pasamos por Hervey Bay, otro destino típico, que estábamos omitiendo para ahorrar el bus… y fue una tarde graciosa, en que caminamos las cuatro por Hervey, comiendo helados y etcétera. Hervey Bay… lindo, pero no le encontré nada especial, solo una bahía con un muelle gigante y hartas tiendas. Y de ahí ellas siguieron camino a 1770 (Seventy Seven), pasando por Bundaberg, aunque en la buena onda nos dejaron hasta instaladas en el hostal de turno en Bundaberg, un parque de caravanas, en donde con la Anne arrendamos una especie de carpa producida, con luz eléctrica y todo, a un precio ridículamente barato y al lado de un río precioso.

El río, lo más lindo del pueblo, porque Bundaberg… del terror. Estuvimos dos días ahí tratando de encontrar trabajo, pero nos ofrecieron unos que rayaban en la ilegalidad, y que son un insulto para los pobres trabajadores, y decidimos que no estábamos tan desesperadas. El parque de caravanas, buenísimo, y la dueña una señora encantadora que nos prestó sacos de dormir, y frazadas, y platos, sin cobrarnos nada… pero Bundaberg, insisto, terrible. Mala onda general, gente curiosa, y nos contaron que eran usuales los tiroteos, asaltos y violaciones… De todos modos, decidimos salir, el sábado, a un local, a celebrar ya no me acuerdo qué, pero a las 10 de la noche estaba todo cerrado, así que ni siquiera había vida nocturna con la que distraerse, y los backpackers carísimos (abusando de sus trabajadores, porque solo ofrecen alojamiento a los que trabajan para ellos), y en el parque de caravanas, nadie de la edad. Igual no las arreglamos para encontrar algo que podría ser un club nocturno ese sábado… pero nada con lo cual soñar.

Así que decidimos seguir adelante, hasta Cairns, y olvidarnos de la pega. No es terrible porque la llegada a Cairns será en apenas dos semanas más, máximo. Y una vez que decidimos eso, nos alegramos. Estuvimos un día entero viendo películas en la carpa/caravana, escribiendo postales, o simplemente echadas conversando y dormitando. Muy pero muy agradable. Y de ahí partimos a 1770 (Seventy Seven) o Agnes Water, que en realidad es lo mismo. Haciendo dedo, posiblemente la última vez en este viaje, porque luego de eso solo hay recorridos largos, de 8 a 10 horas en bus, que son muy difíciles de recorrer de esa manera. De Bundaberg a 1770 son solo 120 kilómetros.

Y lo logramos. Estábamos empezando a hacer dedo, temprano en la mañana, y los pacos volvieron a vernos, y se dieron la vuelta para decirnos algo… ¡oh! Pero una señora con su marido nos llevaron casi instantáneamente, y nos fueron a dejar hasta el inicio de la carretera… la señora muy agradable, enfermera, compartiendo historias horribles con la Anne, que a su vez es trabajadora social, rehabilitando drogadictos. Y el inicio de la carretera fue realmente un sueño, en medio del campo, con árboles gigantes y tropicales, totalmente paradisíaco, pidiendo a gritos que alguien se quedara a capturarlo en un cuadro, y no pasaron más de 10 minutos cuando un señor de unos 50 años nos llevó. Era un hippie en su van, camino a una playa en donde investigaba tortugas, y se suponía que iba a dejarnos a mitad de camino, pero al final nos dejó a dos tercios, porque quiso esperar llegar a un lugar que tuviera algún pueblo o estación de servicio cerca, por si no encontrábamos nada.

Todavía era temprano cuando llegamos allí, así que estábamos tranquilas, pero entonces nos llevó un señor curioso. Un tipo de unos 70 años, que estaba mal de amor con la Anne y que hizo toda clase de insinuaciones, del tipo “I want you to know my beaaaautiful home” o “if you like my gooorgeous car, I can give you a ride later”. La pobre iba bastante aterrada, en el asiento de adelante (admito que corrí a tomar el asiento de atrás), pero yo iba más tranquila porque ando con el paralyzer, y porque además el señor era bastante mayor, así que en el peor de los casos podíamos defendernos físicamente o algo así. Era un viejo bien pituco con un BMW con asientos de cuero blanco que cambió totalmente para mí el concepto de sentarse… en especial luego de ir moviéndose por el mundo en autos discutibles y tractores, jaja.

Y el asunto no fue agradable, pero sí manejable. Luego de insinuaciones varias, yo rápidamente inventé a unos pololos que nos estaban esperando en el backpacker de 1770, así que “we can’t go to your home, maybe another time”, y el señor dijo “whatever” y nos dejó en la puerta del hostal… La verdad es que más que miedo, sentí un poco de tristeza, porque aunque sí estaba mal con la Anne, creo que el tipo también se sentía solo. Además, luego de que dijimos que no podíamos ir, creo que se dio por vencido, porque empezó a hablarnos de cómo iba a hacerse unas coronas en Tailandia (porque es más barato) y otros temas poco sexies del tipo. Yo finalmente me bajé del auto como con pena… es que qué terrible debe ser tener esos 70 años, haber trabajado casi una vida completa, y buscar felicidad romántica en unas jovenzuelas despistadas (o no tanto) como nosotras. Eso es como no tener poder, y a esa edad uno debiera ser alguien absolutamente poderoso, o al menos fuerte y digno. Uno debiera ser totalmente amado, aunque eso en realidad siempre.

Lo bueno es que la Anne quedó un poco asustada de hacer dedo, así que parece que ya no más y puro bus. A mí no me daba miedo, en todo caso, lo admito, porque siempre lo hacemos de día, somos dos y tengo mi paralyzer… pero sí nos quitaba un montón de tiempo, y además provocaba un montón de stress, porque se trabaja con planes que no puede ser fijos y uno tiene que ajustarse todo el rato. Igual a veces pasan cosas graciosas, como la japonesa y la suiza que nos llevaron de Rainbow a Bundaberg, con paseo entremedio, pero no siempre es así, y además aún cuando pasan cosas graciosas, como una es una visita tiene que ajustarse a lo que el otro quiere. Por eso, yo igual prefería no hacer dedo, pero la Anne estaba urgida con la plata y a mí no me importaba tanto, así que cedí… pero la verdad es que estoy aliviada de que vamos a tomar los buses nomás desde ahora. Y – calculamos – nos ahorramos más de 100 dólares, ¡así que el esfuerzo fue bueno para nosotras!

¡Y ahora estamos en 1770! Y mañana nos vamos al norte, a Airlie Beach, y luego a más lugares hasta llegar a Cairns, así que lo dejo hasta aquí por ahora. Cuando llegue a Cairns posiblemente termine de contar este viaje, viaje dentro de mi viaje. No quería dejar pasar más tiempo porque empieza a rebotar en mi conciencia. Sigo sintiendo que tengo, en parte, esta misión de informar como polizonte lo que voy viendo… pese a que no tenga muchos comentarios en los posts, porque tengo contador de visitas y sé que me están leyendo, jaja… y porque además queda para mi propio registro, para cuando yo misma mire atrás, y diga “oh, qué joven era entonces, qué guapa, qué tontos eran mis problemas”, jaja… bueno, espero tener suerte y solo tener que decir “qué joven era”, aunque dentro del corazón igual la edad no exista.

Y tal vez tengamos blog para un rato más. Cuando estaba en Fraser Island me llegó un chispazo… porque me di cuenta de que he hecho ya todo lo que quería hacer, en Australia. Absolutamente todo, y aún más. Entonces, como no quiero quedarme a repetir experiencias, y además estoy cansada, pensé en adelantar el pasaje y volverme en julio… porque todavía me quedan algunas cosas que hacer (ir a NZ, ir a la playa de los surfistas, ir al zoo de Brisbane, etc) que debiera terminar hasta entonces, pero… ya no estoy tan segura de eso. Creo que quizá llegué a un momento de interludio, no de fin de este viaje. Tal vez terminé de hacer lo que yo quería, para ahora hacer lo que Dios o el universo quiere, y es que el flujo sigue tirándome adentro. Sigo teniendo curiosidad. Y sigo recibiendo ayuda. La Anne, y también la Debbie, quieren vivir en Cairns, trabajando al menos un mes. Eso significa que, si me quedo, tendré amigas allí, abarataré costos y estaré protegida, más encima con gente muy abierta que más que cerrarme a los demás, me empuja a conocerlos más. Y luego y aparte, he conocido a una cantidad impresionante de personas que han hecho voluntariados en países más necesitados, y me dieron ganas de hacer uno yo en las Filipinas, enseñando inglés, por unas 3 semanas. Bueno para el alma, y bueno para mi CV. Ya me contacté con ellos, y hay que pagar un poco, pero no demasiado… y como ésa es una experiencia que no conozco y que me pregunto cómo es… tal vez la haga. Creo que sería lindo, y es algo que no puedo mucho hacer más adelante, si me caso y tengo hijos y todo eso… porque sería mucho más complicado y quizás hasta medio irresponsable. Si lo quiero, el momento sería ahora, porque ahora es el momento de la fácil libertad, el momento en que todavía no tengo grandes responsabilidades, aunque sí la fuerza y los recursos.

Mi plan en Fraser fue volverme en julio, trabajar en algún colegio, y luego en diciembre o algo así ir a los países exóticos, India, China, Nepal, que son lo único que me falta… pero luego, si me quedo, puedo hacerlo directo. Después pienso que igual voy a viajar toda la vida, así que no tengo que hacerlo ahora… pero entonces me acuerdo cómo la Anne justo va a ir en las mismas fechas que yo tenía planeadas originalmente, entonces tal vez podamos compartir algún trayecto. Así que estoy en indecisión. Hasta ahora me sigo volviendo en noviembre, pero solo porque en mi casa me dieron el tatequieto de que no cambiara el pasaje a cada rato, jeje… así que tengo que estar segura.

Como sigo en vacaciones, no tengo apuro. Decidiré cuando se terminen. Sin embargo, creo que cumplo con contar mis planes. Cambian todo el rato, pero es que más que ver lugares, como dije recién, estoy buscando nuevas experiencias…

¡Y hasta ahora qué buena experiencia ha sido!



¡A Brisbane se ha dicho!



El paisaje rural.



Día de la reina holandesa, en un bar llamado "Down Under".



Panorámica del río Brisbane, con modeloca incluida.



Feliz cumple, Buda.



Rueda de Chicago.



Fieles.



Chicas urbanas.



Momento de amor.



Con la Anne, y la Hyewon, llegando a un lluvioso Noosa.



Acosando a Elvis.



Puro haciendo la pose surfista.



Vecinillos coquetones.



Con la Anne y la Debbie en la noche noosina.



Niñitas en el río.



Pescador solitario.



Parque nacional Noosa.



Expedicionaria.



Río en Gagaju,




Beautiful blond people.



Yo (L) Australia (mural en la parada de buses en medio de la carretera).



Con el team en isla Fraser.



Manejando en la playa.



La Anne gozando el río.



Buscando algo parecido a las machas.



Eeeh...



Piscina natural.



Precipicio.



Copuchenteando en las alturas.



Dingo.



Naufragio de 1905, "Mahana".


Picando cebolla.




Familia en Rainbow Beach.



Atardecer desde el mirador.


Kebabs de canguro.




¡Tenemos hambre!


Hervey Bay.




Con la Andrea y la Mayu, que nos llevaron a dedo.



Bundaberg.



Cartel adventista que casi me hace convertirme.



¡A 1770/Agnes Water!