jueves, 19 de mayo de 2011

De parranda

Estas últimas semanas han sido de total aventura. Con mi amiga Anne estamos haciendo uno de los viajes típicos que se hacen en Australia: el de subir por la costa desde Brisbane hasta Cairns, pasando por todas las atracciones posibles y lugares de playa o de carrete. Lo gracioso es que ninguna de las dos se sentía especialmente atraída por esa ruta, pero fuimos solo porque se nos dio… es que es lo más cercano, es lindo, todo el mundo lo hace, e igual ambas queríamos llegar a Cairns… para bucear y también trabajar, ya no en el campo, sino de barwoman o lo que sea, por un mes o algo así antes de seguir, cada una a sus respectivos destinos, todavía en discusión.

En el camino y como siempre, los planes han cambiado millones de veces, y no solo para mí, sino que también para ella. Por ejemplo, al principio solo íbamos a viajar juntas dos semanas, pero luego decidimos seguir hasta Cairns y tal vez más. Queríamos trabajar, también, en la mitad, pero luego decidimos disfrutar estas vacaciones como tales y una vez en Cairns, volver al ruedo laboral o lo que sea, porque allá hay más diversidad de oportunidades y ninguna quiere volver al campo. Ningún cambio de opinión nos causa mayor drama, porque las dos somos igual de relajadas, estamos dispuestas a negociar (quien no negocia suele quedar con resentimientos), y las dos somos muy independientes… a veces no nos vemos en el día completo, mientras otras veces lo pasamos entero juntas. Y entremedio hemos viajado con otras personas también, lo que ha sido muy choro, y diverso.

La verdad es que estoy feliz viajando con la Anne. Se ha convertido en mi amiga, y yo en la suya. Conversamos harto, nos entendemos bien, nos reímos ene juntas, nos acompañamos, y además están los beneficios extra de viajar acompañada, como pagar menos en alojamiento, en toures, en comida (nos damos la lata de cocinar), o algo tan simple pero tan importante como lo que es, al llegar a una parte, poder dejar a una con las mochilas en la calle, y partir la otra a cotizar los distintos alojamientos. Se consiguen mejores cosas y de mejor ánimo, sin sentir los pies atados por una mochila – en mi caso – gigante… aunque ya no tan gigante porque, entre tanto traqueteo, he ido dejando atrás una chorrera de cosas, como una especie de Hansel y Gretel moderno.

En fin, volviendo al viaje, la Anne y yo lo empezamos desde Stanthorpe, donde estaba nuestro campo, y decidimos irnos a dedo a Brisbane (a 200 y algo kilómetros). Hacer dedo allí en general es fácil, porque la carretera queda cerca, y además como es un pueblo chico, uno conoce a muchas personas allí. Lo inconveniente fue que partimos un sábado de un fin de semana largo, que incluía hasta el lunes, entonces ya casi toda la gente se había ido, así que tuvimos que hacer dedo desde la carretera chica, hasta la grande, a ver si teníamos más suerte allí.

No la tuvimos. Los pacos nos vieron y ¡nos llevaron de vuelta a la casa! Logramos evitar la multa (es ilegal hacer dedo aquí), porque eran jóvenes y algo dados al flirteo, pero fue un poco tragicómico volver con la cola entre las piernas, cuando todo el mundo nos hacía ya carreteando en la gran ciudad, y cuando todos se habían más que despedido, y obvio que igual se rieron de nosotros cuando volvieron a vernos, jeje. Pero fuimos porfiadas y partimos de nuevo, y entonces sí nos fue bien… nos llevó un francés, Rène, ex chef, de unos 60 años, que nos dejó en un pueblo que quedaba solo a 30 kilómetros de Brisbane y que tenía tren hacia él… con tal que a la noche ya estábamos instaladas en la meta, felices, ¡justo a tiempo! Porque más encima era sábado, y el día de la reina holandesa, fecha crucial para la Anne, nativa del lugar.

Ah… la partida del campo fue tan deseada y a la vez tan radical. Un día sumergidas en la quietud del trabajo agrícola, y a la noche siguiente celebrando el día holandés, en un bar copado de gente, en medio de la polis, siendo otra vez parte de la acción. Una noche graciosa, toda la gente vestida de naranjo, cantando canciones en un idioma (para mí) desconocido y siendo muy amistosos, invitando cervezas como si se les fuera la vida, y como diciendo “bienvenidas, queridas, a la ciudad”.

Brisbane se convirtió en un punto de encuentro también. Estuve con distintos amigos chilenos que viven allí (uno de ellos hasta dio alojamiento), y además me encontré con un irlandés que fue mi roomate en Sydney, y con una brasilera que fue también mi roomate, en uno de los campos… ah, es tan raro encontrarse con quienes han sido parte de la novedad australiana, y darse cuenta de que luego de conocerlos ya ha pasado tanto más y que una tiene tanto aún más nuevo que compartir y contarse… que la rueda ha seguido girando, todo el tiempo. Y bueno, en Brisbane también nos juntamos con una amiga coreana, la Hyewun, con la que viajamos hasta el siguiente pueblo, Noosa. Luego ella tuvo que irse a trabajar a Darwin, pero fue muy buena compañía en el fragmento que compartimos.

Qué puedo decir. Me encantó volver a la civilización… volví a sentirme conectada y viva, luego de podrirme en medio de la nada. Que no se me malinterprete: estar en el campo es muy lindo, pero luego de tanto tiempo de aislamiento... puede causar cierta locura. Yo nunca he sido mucho una chica de ciudad pero igual quise llorar cuando volví a ver gente, y tiendas, cierto bullicio, y noción de movimiento… de que algo más estaba pasando que el mero crecimiento de las manzanas, o los tomates… ah, qué felicidad. No en vano, cuando con la Anne todavía estábamos en Stanthorpe una vez fuimos a dedo por el día a Toowoomba, ciudad a más de 200 kilómetros, solo para ver algún puñado de vida urbana. El inicio de nuestra amistad, dicho sea de paso.

Y Brisbane como ciudad me gustó mucho más que la primera vez en que estuve allí, en enero. Tal vez porque entonces fui justo después de la gran inundación, y todo estaba más o menos cerrado, y el río sucio, y etcétera, etcétera. Además, entonces todavía estaba llegando a Australia, y aún no ganaba ni un peso, entonces todo me pareció extremadamente caro… pero ahora lo sentí diferente. Estuve tan aliviada y feliz de estar allí, y más encima me tocaron eventos. No solo fue el día de la reina holandesa, sino que también el cumpleaños de Buda, lo que provocó una gran feria asiática junto al río… buena comida, buenos conciertos, un templo en donde uno podía bañar estatuas de Buda, y hasta fuegos artificiales. Me encantó. Y también hicimos un poco de shopping, y pasamos una tarde comiendo sushi y tomando vino, en el parque, cual adolescentes, y en la noche a cachar qué onda los locales supuestamente guau, y también los no tanto. Back to the city, baby!

Y de Brisbane, a Noosa. Ahí nos fuimos en bus, porque tres haciendo dedo es mucho, y además es difícil hacerlo desde la ciudad. Noosa, un pueblito lindo y muy peloláis, con playa y con río, y todo verde, tropical y a la vez templado de tanta vegetación. La Anne y la Hyewon tomaron clases de surf allí, pero yo estuve enferma así que me quedé fermentando el primer día completo. Luego la Hyewon se fue, pero nos juntamos con la Debbie, otra holandesa que también trabajó en Stanthorpe, y salimos a bailar las tres. Todo divertido, agradable y en cierto modo, tan distinto. De una disco nos fuimos a otra, y conocimos un montón de gente, y bailamos hasta que cerraron todos los locales. Yo al principio me solté con todo el movimiento latino, pero mis compañeras holandesas se rieron a gritos, según ellas porque “les hacía feliz verme bailar”, pero el argumento me pareció tan sospechoso que me inhibí y terminé bailando moderadamente… hasta la próxima vez, jeje, y es que la música estaba espectacular… pero creo que lo que en general hizo a esa salida tan bacán, fue el vernos a nosotras mismas en una parada tan vacacional, luego de haber trabajado tan duro, y compartir ese momento de gloria juntas… Sabíamos dónde habíamos estado, y vivir ese bailongo… era más que justo, casi una necesidad vital.

Yendo al aspecto meramente turístico, lo que yo más recomiendo de Noosa es el parque nacional. Es gratis y tiene senderos de todo tipo. Es una preciosura, muy distinto un sendero del otro, y además uno ve koalas, y árboles y pájaros que parecen de la prehistoria… es que Australia tiene una flora y una fauna muy primitiva, de las más primitivas de la Tierra. Además de ese parque, Noosa tiene unos paseos en el lado del río, y no solo en el lado de la playa, que es el paseo típico. Caro, sí, en general puede ser… pero no mucho más que los otros lugares, y además es una monada, aunque en su pequeñez, tiene de todo, y es que si uno pusiera a Noosa en Chile sería un lugar muy chiquiturri, pero en Australia no es tan chico…y es que Australia en general está tan vacía (en relación a nosotros). Ni las grandes ciudades tienen tanta gente. Sydney es grande, pero ni siquiera tanto, y otras ciudades importantes parecen apenas Temuco o Valdivia y si es que. En todas partes hay descampado, lo que es muy agradable para relajar la mente… pero a la vez uno no puede esperar encontrarse a más de 20 pelagatos en una playa no masiva, o tener señal de internet o de celular en muchas pero muchas partes (al menos con Vodafone, NO compren Vodafone si vienen). Bueno, tal vez no puede esperarse más de un país que es del porte de Brasil y que tiene apenas 30 millones de habitantes (según me dijeron unos aussie, hay que usar San Google para verificar), aunque la poca densidad poblacional no justifica que tengan tan malas telecomunicaciones. Hay algunas cosas en las que los australianos están muy atrasados, hay que decir. Podría enumerar varias, pero da para otro posts completo (y tiene cosas muy avanzadas también).

En fin, luego de Noosa, yo me fui a Gagaju, un campamento que mi prima Flora me recomendó, y al cual insistió que tenía que ir. Es básicamente un campamento en medio de la nada, así que la Anne se dio en escampida, jaja, y fui sola, y tengo que decir que igual me gustó. Fue algo diferente y además baratísimo. Una aventura. Solo estuve dos noches, y habían varios paseos en canoa por un río que no hice, porque seguía un poco enferma… pero esos tres días me los pasé compartiendo con gente, tocando guitarra al lado de una fogata, o viendo películas todos juntos en unos exquisitos sillones de cueros, en un total descanso mental. Es muy rústico, eso sí, tanto que las camas de la pieza compartida en realidad eran hamacas, y tanto que la cocina no tenía ni tetera eléctrica ni microonda… pero interesante de vivir. Además, sí, yo quería seguir las huellas de felicidad de mi prima, a ver si en cierto modo se convertían también en las mías. Encontré, también, que era lo mínimo, pasar a saludar el lugar si el lugar había ido tan especial para ella.

De ahí volví a Noosa por un día y una noche, y conocí a unos alemanes simpaticones que me llevaron a pasear por más parques del sector. Y después partí a Rainbow Beach, en donde volví a juntarme con la Anne. Rainbow Beach, otro lugar lindo, y absolutamente remoto, con solo un par de “supermercados” carísimos, y otra vez sin señal de celular ni de nada. La playa es larguísima y agradable, con hartos cerros de dunas que recuerdan a las playas chilenas… una arena amarillenta y siempre pájaros tropicales por todos lados, pero aunque es linda yo agradable no tiene nada especialmente interesante. Si uno va de pasada, bien, pero ir solo por ella… hay playas como esa en muchas partes, y encuentro que no vale la pena como para hacer un desvío. No sé, a veces pienso que a los extranjeros les impresiona tanto lugares así porque no viven en un país con tanto mar como es Chile, porque Chile en él tiene unas playas tan lindas que… no es tan fácil impresionarla a una.

Lo interesante de Rainbow Beach, y otro motivo por el cual es un punto importante, es que ahí es donde se aloja para ir a Fraser Island, una parada típica en este viaje por la costa este. La isla Fraser es la isla de arena más grande del mundo, aproximadamente 140 kilómetros de playa interminable (creo, no estoy segura, y perdí el flyer). Igual no era un paseo que a mí me tincara especialmente, porque con esa explicación no suena más que como un gran puñado de arena, pero cedí porque es parte del recorrido y si todo el mundo ha ido… bueno, vayamos con el flujo, aunque es un flujo recaro. Más de 300 dólares.

Bien, el paseo me gustó pero en ningún caso vale lo que hay que pagar por él. Está bien organizado, y es entretenido porque uno va con harta gente. Se va a la isla en jeeps 4x4, en grupos de a ocho y todos los que tenemos licencia de nuestro país podemos turnarnos en manejar (¡yo lo hice también!). Se aloja dos noches en carpa, todos en un gran campamento, y durante el día nos llevan a lugares lindos dentro de la isla, que es un parque nacional… lagunas preciosas, con peces gigantes, o alguna playa con una piscina natural, y etcétera, y sin duda es interesante de ver, pero… ¿por más de 300 dólares? No sé. Otra vez, hay más lugares lindos en el mundo… y una isla en donde uno no se puede bañar en el mar porque hay tiburones, ni salir a pasear porque hay dingos… no la convierte en mi favorito. Y los dingos (perros salvajes) son lindos, y parece que no atacan a nadie, pero igual son complicados y quitan cierta libertad… vienen en manada constantemente al campamento y se roban las cosas… a mí me robaron mi cartera (pero la recuperamos) y casi me roban las zapatillas cuando me las saqué para ir a lavar los platos en el mar.

Y ésa es otra cosa, lo charcha del tour y parece que en todas las agencias es igual (ahí es cuando digo que Australia no es tan desarrollado). Dormir en carpa está bien, pero ni siquiera nos dieron un saco de dormir, o una almohada, o una sábana… aunque la parte mala clase encuentro que no viene allí, sino que en el hecho de que los jefes de campamento armaron unos baños que eran de mentira, “pretend toilets”… ¡que son solo una carpa con forma de, y sin nada adentro! ¿Y por qué?, preguntarán ustedes. Bueno, porque por ley cada grupo tiene que venir con un baño desechable, y los guardias de la isla lo vigilan, pero en realidad vamos en los matorrales… Ah, yo lo encontré tan picante, que más encima los jefes nos explicaran el asunto para no delatarlos con los guardias, sin siquiera preguntarnos qué opinábamos al respecto, dando por hecho que vamos a cubrirlos, muuuy picantes, y no lo digo por no tener el baño (prefiero ir a los matorrales que a los químicos), ¡sino que por el modo descarado de llevarlo a cabo! ¿Para eso uno paga más de 300 dólares? Y MÁS ENCIMA (me siento como el abuelo Simpson, jaja), en el campamento no se puede hacer fogata… ¿y qué tipo de campings no tienen fogatas? Los de mentira, opino. Charchísima. Un “pretend” camping, casi.

Así que no me pareció tan bacán el tour en la isla Fraser. La idea es buena, y hasta romántica, pasar algunos días totalmente desconectados en una isla desierta, que tampoco tiene ningún tipo de señal, aunque sí un pequeño supermercado en donde venden comida y cosas (por supuesto, carísimo, pero las islas siempre son más caras)… La idea es agradable, y distinta, y buena en teoría, pero en la práctica… no poder bañarse, ni salir a pasear, ni tener siquiera una fogata… charcha, opino, y quizá podría arreglarse un poco si los jefes hicieran alguna especie de cosa social para conectarnos con las otras personas allí, pero no hicieron absolutamente ninguna actividad recreativa, por lo que básicamente nos limitamos con conversar con los de nuestro grupo y con los más amistosos de los de al lado.

De todos modos (y aunque no lo parezca, jaja), me lo pasé bien, y la Anne también, y llegamos agotadas de vuelta a Rainbow, aunque un poco amargadas porque el plan de entonces era seguir a Bundaberg, y de allí trabajar una semana o dos, antes de seguir al norte al resto del carrete. Así, tuvimos una última noche agradable en Rainbow, en donde fuimos a una fogata a un carrete de la zona (ahí se puede porque no es parque nacional), y a la mañana siguiente decidimos irnos a dedo a Bundaberg porque son solo 200 kilómetros.

Casi tuvimos que quedarnos un día más en Rainbow porque haciendo dedo perdimos el bus, y luego nadie nos llevaba… pero cuando estábamos por irnos, todas desmoralizadas a hacer el check in para una noche más, y a bookear el bus, llegaron la Andrea y la Mayu, una suiza y una japonesa que también están viajando juntas, y nos contaron que iban hacia el norte también, y nos ofrecieron espacio en su auto. Así que nos fuimos con ellas, y hasta pasamos por Hervey Bay, otro destino típico, que estábamos omitiendo para ahorrar el bus… y fue una tarde graciosa, en que caminamos las cuatro por Hervey, comiendo helados y etcétera. Hervey Bay… lindo, pero no le encontré nada especial, solo una bahía con un muelle gigante y hartas tiendas. Y de ahí ellas siguieron camino a 1770 (Seventy Seven), pasando por Bundaberg, aunque en la buena onda nos dejaron hasta instaladas en el hostal de turno en Bundaberg, un parque de caravanas, en donde con la Anne arrendamos una especie de carpa producida, con luz eléctrica y todo, a un precio ridículamente barato y al lado de un río precioso.

El río, lo más lindo del pueblo, porque Bundaberg… del terror. Estuvimos dos días ahí tratando de encontrar trabajo, pero nos ofrecieron unos que rayaban en la ilegalidad, y que son un insulto para los pobres trabajadores, y decidimos que no estábamos tan desesperadas. El parque de caravanas, buenísimo, y la dueña una señora encantadora que nos prestó sacos de dormir, y frazadas, y platos, sin cobrarnos nada… pero Bundaberg, insisto, terrible. Mala onda general, gente curiosa, y nos contaron que eran usuales los tiroteos, asaltos y violaciones… De todos modos, decidimos salir, el sábado, a un local, a celebrar ya no me acuerdo qué, pero a las 10 de la noche estaba todo cerrado, así que ni siquiera había vida nocturna con la que distraerse, y los backpackers carísimos (abusando de sus trabajadores, porque solo ofrecen alojamiento a los que trabajan para ellos), y en el parque de caravanas, nadie de la edad. Igual no las arreglamos para encontrar algo que podría ser un club nocturno ese sábado… pero nada con lo cual soñar.

Así que decidimos seguir adelante, hasta Cairns, y olvidarnos de la pega. No es terrible porque la llegada a Cairns será en apenas dos semanas más, máximo. Y una vez que decidimos eso, nos alegramos. Estuvimos un día entero viendo películas en la carpa/caravana, escribiendo postales, o simplemente echadas conversando y dormitando. Muy pero muy agradable. Y de ahí partimos a 1770 (Seventy Seven) o Agnes Water, que en realidad es lo mismo. Haciendo dedo, posiblemente la última vez en este viaje, porque luego de eso solo hay recorridos largos, de 8 a 10 horas en bus, que son muy difíciles de recorrer de esa manera. De Bundaberg a 1770 son solo 120 kilómetros.

Y lo logramos. Estábamos empezando a hacer dedo, temprano en la mañana, y los pacos volvieron a vernos, y se dieron la vuelta para decirnos algo… ¡oh! Pero una señora con su marido nos llevaron casi instantáneamente, y nos fueron a dejar hasta el inicio de la carretera… la señora muy agradable, enfermera, compartiendo historias horribles con la Anne, que a su vez es trabajadora social, rehabilitando drogadictos. Y el inicio de la carretera fue realmente un sueño, en medio del campo, con árboles gigantes y tropicales, totalmente paradisíaco, pidiendo a gritos que alguien se quedara a capturarlo en un cuadro, y no pasaron más de 10 minutos cuando un señor de unos 50 años nos llevó. Era un hippie en su van, camino a una playa en donde investigaba tortugas, y se suponía que iba a dejarnos a mitad de camino, pero al final nos dejó a dos tercios, porque quiso esperar llegar a un lugar que tuviera algún pueblo o estación de servicio cerca, por si no encontrábamos nada.

Todavía era temprano cuando llegamos allí, así que estábamos tranquilas, pero entonces nos llevó un señor curioso. Un tipo de unos 70 años, que estaba mal de amor con la Anne y que hizo toda clase de insinuaciones, del tipo “I want you to know my beaaaautiful home” o “if you like my gooorgeous car, I can give you a ride later”. La pobre iba bastante aterrada, en el asiento de adelante (admito que corrí a tomar el asiento de atrás), pero yo iba más tranquila porque ando con el paralyzer, y porque además el señor era bastante mayor, así que en el peor de los casos podíamos defendernos físicamente o algo así. Era un viejo bien pituco con un BMW con asientos de cuero blanco que cambió totalmente para mí el concepto de sentarse… en especial luego de ir moviéndose por el mundo en autos discutibles y tractores, jaja.

Y el asunto no fue agradable, pero sí manejable. Luego de insinuaciones varias, yo rápidamente inventé a unos pololos que nos estaban esperando en el backpacker de 1770, así que “we can’t go to your home, maybe another time”, y el señor dijo “whatever” y nos dejó en la puerta del hostal… La verdad es que más que miedo, sentí un poco de tristeza, porque aunque sí estaba mal con la Anne, creo que el tipo también se sentía solo. Además, luego de que dijimos que no podíamos ir, creo que se dio por vencido, porque empezó a hablarnos de cómo iba a hacerse unas coronas en Tailandia (porque es más barato) y otros temas poco sexies del tipo. Yo finalmente me bajé del auto como con pena… es que qué terrible debe ser tener esos 70 años, haber trabajado casi una vida completa, y buscar felicidad romántica en unas jovenzuelas despistadas (o no tanto) como nosotras. Eso es como no tener poder, y a esa edad uno debiera ser alguien absolutamente poderoso, o al menos fuerte y digno. Uno debiera ser totalmente amado, aunque eso en realidad siempre.

Lo bueno es que la Anne quedó un poco asustada de hacer dedo, así que parece que ya no más y puro bus. A mí no me daba miedo, en todo caso, lo admito, porque siempre lo hacemos de día, somos dos y tengo mi paralyzer… pero sí nos quitaba un montón de tiempo, y además provocaba un montón de stress, porque se trabaja con planes que no puede ser fijos y uno tiene que ajustarse todo el rato. Igual a veces pasan cosas graciosas, como la japonesa y la suiza que nos llevaron de Rainbow a Bundaberg, con paseo entremedio, pero no siempre es así, y además aún cuando pasan cosas graciosas, como una es una visita tiene que ajustarse a lo que el otro quiere. Por eso, yo igual prefería no hacer dedo, pero la Anne estaba urgida con la plata y a mí no me importaba tanto, así que cedí… pero la verdad es que estoy aliviada de que vamos a tomar los buses nomás desde ahora. Y – calculamos – nos ahorramos más de 100 dólares, ¡así que el esfuerzo fue bueno para nosotras!

¡Y ahora estamos en 1770! Y mañana nos vamos al norte, a Airlie Beach, y luego a más lugares hasta llegar a Cairns, así que lo dejo hasta aquí por ahora. Cuando llegue a Cairns posiblemente termine de contar este viaje, viaje dentro de mi viaje. No quería dejar pasar más tiempo porque empieza a rebotar en mi conciencia. Sigo sintiendo que tengo, en parte, esta misión de informar como polizonte lo que voy viendo… pese a que no tenga muchos comentarios en los posts, porque tengo contador de visitas y sé que me están leyendo, jaja… y porque además queda para mi propio registro, para cuando yo misma mire atrás, y diga “oh, qué joven era entonces, qué guapa, qué tontos eran mis problemas”, jaja… bueno, espero tener suerte y solo tener que decir “qué joven era”, aunque dentro del corazón igual la edad no exista.

Y tal vez tengamos blog para un rato más. Cuando estaba en Fraser Island me llegó un chispazo… porque me di cuenta de que he hecho ya todo lo que quería hacer, en Australia. Absolutamente todo, y aún más. Entonces, como no quiero quedarme a repetir experiencias, y además estoy cansada, pensé en adelantar el pasaje y volverme en julio… porque todavía me quedan algunas cosas que hacer (ir a NZ, ir a la playa de los surfistas, ir al zoo de Brisbane, etc) que debiera terminar hasta entonces, pero… ya no estoy tan segura de eso. Creo que quizá llegué a un momento de interludio, no de fin de este viaje. Tal vez terminé de hacer lo que yo quería, para ahora hacer lo que Dios o el universo quiere, y es que el flujo sigue tirándome adentro. Sigo teniendo curiosidad. Y sigo recibiendo ayuda. La Anne, y también la Debbie, quieren vivir en Cairns, trabajando al menos un mes. Eso significa que, si me quedo, tendré amigas allí, abarataré costos y estaré protegida, más encima con gente muy abierta que más que cerrarme a los demás, me empuja a conocerlos más. Y luego y aparte, he conocido a una cantidad impresionante de personas que han hecho voluntariados en países más necesitados, y me dieron ganas de hacer uno yo en las Filipinas, enseñando inglés, por unas 3 semanas. Bueno para el alma, y bueno para mi CV. Ya me contacté con ellos, y hay que pagar un poco, pero no demasiado… y como ésa es una experiencia que no conozco y que me pregunto cómo es… tal vez la haga. Creo que sería lindo, y es algo que no puedo mucho hacer más adelante, si me caso y tengo hijos y todo eso… porque sería mucho más complicado y quizás hasta medio irresponsable. Si lo quiero, el momento sería ahora, porque ahora es el momento de la fácil libertad, el momento en que todavía no tengo grandes responsabilidades, aunque sí la fuerza y los recursos.

Mi plan en Fraser fue volverme en julio, trabajar en algún colegio, y luego en diciembre o algo así ir a los países exóticos, India, China, Nepal, que son lo único que me falta… pero luego, si me quedo, puedo hacerlo directo. Después pienso que igual voy a viajar toda la vida, así que no tengo que hacerlo ahora… pero entonces me acuerdo cómo la Anne justo va a ir en las mismas fechas que yo tenía planeadas originalmente, entonces tal vez podamos compartir algún trayecto. Así que estoy en indecisión. Hasta ahora me sigo volviendo en noviembre, pero solo porque en mi casa me dieron el tatequieto de que no cambiara el pasaje a cada rato, jeje… así que tengo que estar segura.

Como sigo en vacaciones, no tengo apuro. Decidiré cuando se terminen. Sin embargo, creo que cumplo con contar mis planes. Cambian todo el rato, pero es que más que ver lugares, como dije recién, estoy buscando nuevas experiencias…

¡Y hasta ahora qué buena experiencia ha sido!



¡A Brisbane se ha dicho!



El paisaje rural.



Día de la reina holandesa, en un bar llamado "Down Under".



Panorámica del río Brisbane, con modeloca incluida.



Feliz cumple, Buda.



Rueda de Chicago.



Fieles.



Chicas urbanas.



Momento de amor.



Con la Anne, y la Hyewon, llegando a un lluvioso Noosa.



Acosando a Elvis.



Puro haciendo la pose surfista.



Vecinillos coquetones.



Con la Anne y la Debbie en la noche noosina.



Niñitas en el río.



Pescador solitario.



Parque nacional Noosa.



Expedicionaria.



Río en Gagaju,




Beautiful blond people.



Yo (L) Australia (mural en la parada de buses en medio de la carretera).



Con el team en isla Fraser.



Manejando en la playa.



La Anne gozando el río.



Buscando algo parecido a las machas.



Eeeh...



Piscina natural.



Precipicio.



Copuchenteando en las alturas.



Dingo.



Naufragio de 1905, "Mahana".


Picando cebolla.




Familia en Rainbow Beach.



Atardecer desde el mirador.


Kebabs de canguro.




¡Tenemos hambre!


Hervey Bay.




Con la Andrea y la Mayu, que nos llevaron a dedo.



Bundaberg.



Cartel adventista que casi me hace convertirme.



¡A 1770/Agnes Water!

3 comentarios:

Flor Casual dijo...

QUE BUENA COMO NOS INFORMA LA VIAJERA! me encantó el relato, que buena Anne, hay que convencerla que venga a Chile. Oye y que penita que Gagaju no te haya rallado la vida como a mi... a mi lo que más me gustó es que fuera tan rústico, me acuerdo que decían que no hay check out time y tenían toda esa onda relax.... y el río, las canoas, las pisinas de barro blanco, etc etc... y me encantó la idea de enseñar inglés en las Filipinas, DO IT! un abrazo queridisima! seca!

Anónimo dijo...

Concuerdo con la flor. ¡A las Filipinas!

galgata dijo...

Oh! Gracias por los comentarios! Voy a seguir viajando, pero después!! Mis recursos ya no son tan abundantes, jaja, y eso me pone nerviosa.